En tren con el asesino by Alexandra Benedict

En tren con el asesino by Alexandra Benedict

autor:Alexandra Benedict [Benedict, Alexandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-10T00:00:00+00:00


Capítulo veintisiete

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Grant después de que Beefy lo condujera a un compartimento que había quedado libre tras apearse un pasajero en Edimburgo—. Me ha dicho que tenía algo que mostrarme antes de que la prensa lo averiguara.

—Al menos algo que decirte —aclaró Roz.

Craig entró en el compartimento. Tenía la cara rosa de haber estado en el exterior y las orejas de un encantador rojo encendido. Sobre su cabello entrecano se habían posado motas de nieve.

—¿Ha habido suerte? —le preguntó Roz en voz baja al verlo en el umbral, aunque «suerte» tal vez no fuera la palabra más indicada.

—Cuesta decirlo. Posibles huellas de botas caminando hacia la ventanilla, pero con tanta nieve es difícil estar seguro.

—¿Pueden decirme ya de qué se trata, sea lo que sea? —preguntó Grant—. Quiero desayunar.

—Esperaré fuera, jefa —anunció Beefy, que salió al pasillo y los encerró en el compartimento.

—Será mejor que te sientes —le recomendó Roz.

Tenía voz de «dar malas noticias», una combinación de ternura, respeto y firmeza.

—Prefiero quedarme de pie, gracias. —Grant sacó su cigarrillo electrónico y empezó a vapear. La habitación se llenó de vapor—. ¿Tiene que ver con lo que ocurrió anoche?

—¿Qué ocurrió exactamente? —preguntó Roz.

—No se haga la tonta. Limítese a decirme cuánto quieren usted y ese hombretón que hay en el pasillo y así podremos olvidarnos de todo esto y yo podré comerme mi bocadillo de beicon, ¿de acuerdo?

Le dio otra calada profunda.

—Permíteme que me aclare… ¿Estás intentando sobornarnos? —formuló Roz.

Grant miró primero a Roz y luego a Craig, entornando los ojos, evaluando la situación.

—¿Pueden decirme por qué estoy aquí?

—Me temo que tenemos malas noticias que darte. —Roz hizo un gesto hacia la cama—. Meg ha muerto.

—No lo entiendo. ¿Qué quiere decir con «muerto»?

—Me temo que tu novia ha fallecido —le dijo Craig con voz compasiva.

Grant se sentó despacio en la cama, agarrándose a los bordes como si eso fuera a serenarle el pensamiento y el temblor del cuerpo. Palidecía por segundos. Movió los labios, pero no salió ninguna palabra por ellos. Ni siquiera dio una última chupada a su vapeador.

No obstante, la conmoción no significaba que fuera inocente. Roz había visto a asesinos que habían parecido sorprendidos al comunicarles que la persona a quien habían matado había muerto. Sobre todo en casos de violencia doméstica. En el pasado, se los llamaba «crímenes pasionales» y en algunos países aún seguían haciéndolo. La gente pensaba que ocurrían por un arrebato de ira: descendía una especie de niebla y el córtex frontal desarrollado se quedaba reflexionando en un rincón mientras la amígdala animal se imponía. Cuando el córtex frontal volvía a tomar las riendas, no entendía lo que había ocurrido.

—No puede estar muerta.

Miró por la ventanilla como si el Beinn Dòrain pudiera proporcionarle las respuestas que Roz no tenía.

—Me temo que sí —le aseguró la mujer—. He sido yo quien la ha encontrado.

—¿Está en el compartimento? —Pestañeaba como si intentara imaginarse la habitación con el cadáver dentro. Al ver a Roz asentir con la cabeza, dijo—: Tengo que verla.

Hizo ademán de acercarse a la puerta, pero ella le cortó el paso.



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