Tantos mundiales, tantas historias by Alfredo Relaño

Tantos mundiales, tantas historias by Alfredo Relaño

autor:Alfredo Relaño [Relaño, Alfredo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 2014-03-23T04:00:00+00:00


Aparece el África negra

Aparte de la novedad que supuso Holanda con sus aires tan diferentes, hubo otra casi tan notable: la aparición de Zaire, primer país del África negra (subsahariana, decimos ahora) en la Copa del Mundo. Zaire llegó tras eliminar sucesivamente a Togo, Camerún y Ghana, lo que le sirvió para entrar en el grupo de tres supervivientes, con Zambia y Marruecos, del que salió ganador. No sin polémica. Marruecos sintió que el arbitraje que sufrió en Zaire, donde perdió 3-0, había sido tan parcial, que exigió que se repitiera el partido. Como no se le concedió esa petición, renunció a recibir a los zaireños en su suelo. Zaire estaba entrenada por el yugoslavo Blagoje Vidinic, exportero de la selección yugoslava, con la que había sido campeón olímpico en 1960. Era un clásico trotamundos del fútbol, que tras jugar en Yugoslavia lo había hecho en Suiza y Estados Unidos. Como entrenador, Vidinic ya había clasificado precisamente a Marruecos para el Mundial ’70; por ese mérito había sido contratado por Zaire. Y con él, los zaireños no solo se clasificaron, sino que ganaron la Copa de África de aquel año.

Se esperaba con intriga lo que pudiera hacer Zaire. Hacía tiempo que algunos aventuraban que el futuro del fútbol sería África, productora de un tipo natural de jugador físicamente privilegiado, por potencia y elasticidad. Por Europa, particularmente por Francia, comenzaban a aparecer fenómenos procedentes del África negra, singularmente Salif Keita, que había impresionado en Francia, en el Saint-Étienne y más adelante ficharía por el Valencia.

Pero al tiempo, la aparición de Zaire fue rodeada de todo tipo de comentarios prejuiciosos. Que si habían traído carne de mono para comer, que si se acompañaban de hechiceros que hacían mal de ojo a los jugadores rivales, que si hacían extraños sortilegios para potenciar a los suyos… Pareció comprobado que el seleccionador, el yugoslavo Blagoje Vidinic, alejó a unos hechiceros de la concentración, que tenían pretensiones de trabajar con el grupo, y ellos le acusaron de trabajar para Yugoslavia, su país de nacimiento, contra quien luego Zaire perdería 9-0. Ese día Vidinic lo pasó mal. A los 18’ su guardameta titular, Kazadi, había encajado ya tres goles; entonces el delegado del gobierno, que le acompañaba, le exigió que le sustituyera por el suplente, Dimbi Tubilandu, que era el favorito del dictador del país, el tristemente célebre Mobutu Sese Seko. Tubilandu se comería seis goles más. Zaire, que había dado mejor imagen el primer día, ante Escocia (2-0), se descosió del todo.

Les quedaba el partido contra Brasil, ante el que Mobutu les amenazó. Les dijo que si perdían por más de cuatro goles no volvieran al país. Perdieron solo por 3-0. Pero el partido se recuerda por una situación hilarante. Con ocasión de un golpe franco contra la puerta de Zaire, Jairzinho y Rivelino discutieron con el árbitro sobre la distancia de la barrera. Cuando estuvo bien colocada, Rainea pitó, para autorizar el saque. Y antes de que ninguno de los dos brasileños se dirigiera al



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