Funny Girl by Nick Hornby

Funny Girl by Nick Hornby

autor:Nick Hornby [Hornby, Nick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T05:00:00+00:00


13

Una vez Bill se hubo acostumbrado a la idea, ya no se mostraba tan desdeñoso con el primero y tan deprimido con el segundo, y le gustaba afirmar en broma que Tony era responsable de dos embarazos en el mismo mes. Tony no arruinaba la broma arguyendo que la paternidad del segundo bebé era dudosa: un sospechoso era Tom Sloan, y el otro Dennis. Y ni siquiera al propio Bill se le podía considerar libre de toda culpa. Oh sí…, la paternidad. En la vida de Tony había de pronto más paternidad de lo que él podría haber llegado a imaginar nunca.

Tony y Bill se habían mudado a una oficina más grande, en la que cabía Hazel y les permitía a ellos trabajar en la pieza del fondo. Cuando June fue a verle para contarle la nueva, no entró directamente en el despacho del fondo como solía hacer siempre que iba de visita, sino que se quedó de pie junto a la mesa de Hazel y esperó a que esta fuera a avisar a Tony de que había venido su mujer. Tan pronto como la vio, Tony supo de qué se trataba.

La condujo fuera de la oficina y, una vez en la calle, a resguardo de posibles miradas curiosas, la estrechó con fuerza contra su pecho.

—¿Puedes creerlo? Me has preñado —dijo June, y Tony se echó a reír ante el tono rudo, o al menos poco remilgado, de la frase. No la había preñado. Había habido grandes dosis de paciencia, de engatusamientos, de un montón de «quizá mañana», «no te preocupes», «eso creo», etc. Sólo muy recientemente se habían dado indicios de progreso, o al menos de una disminución de las complicaciones.

—Tendremos que mudarnos —dijo Tony—. A una casa con jardín.

—Echa el freno —dijo June—. Aún estaremos bien durante un tiempo.

Vivían en un apartamento en Camden Town, y a June le encantaban las tiendas, los cines y el mercado.

—Un sitio tranquilo y con árboles. En Pinner, o algún sitio parecido.

—¿De veras? Oh, cariño… Bueno, pero antes habrá que preocuparse de otras cosas.

—¿De qué habrá que preocuparse?

—Para empezar, del parto. Me aterroriza.

—Lo siento. Sí.

—Y si seré una buena madre.

—Serás una madre maravillosa.

—Tú serás un padre maravilloso.

—Oh, Dios —dijo Tony—. Y yo preocupándome por el jardín.

—¿Cómo te sientes?

—Maravillosamente bien.

Y siguió sintiéndose maravillosamente bien hasta que se lo contó a Bill.

Quizá era algo saludable e iba a dar lugar a grandes cosas, pero Tony y Bill se hallaban en proceso de convertirse en dos personas diferentes. Al final de la jornada, Tony se sentía dolorido, del mismo modo en que se había sentido dolorido después de todos aquellos estúpidos ejercicios de adiestramiento que había soportado durante el servicio militar. Hasta entonces era como si compartieran un cerebro, o al menos como si hubieran creado uno nuevo que se debatía entre uno y otro, y ellos lo llenaban con material (diálogos e historias y personajes), como dos grifos que llenan una bañera. A veces uno trabajaba mejor que el otro, y a veces la



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