Sí, quiero by Stephanie Bond

Sí, quiero by Stephanie Bond

autor:Stephanie Bond
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2012-11-15T00:00:00+00:00


7

Olvídate de su estómago: los celos son la forma más rápida para llegar al corazón de un hombre

—No estoy segura de qué hacer —confesó la abuela Falkner sonriendo con tristeza.

—Aún tienes tiempo para considerar la oferta —le aseguró Piper, luchando para que su desilusión no se reflejara en su voz.

Estaba limpiando el polvo de «su» habitación, la habitación de invitados en la que había dormido desde que era pequeña. La cama de hierro blanca estaba desnuda, sin sábanas, con el colchón cubierto de cajas de ropa de cama y otras cosas.

—Tal vez me ponga menos sentimental cuando me instale en Greenbay Ridge.

—Seguramente —coincidió Piper.

—Le pedí al de la inmobiliaria que se pusiera en contacto con ese señor Warner y averiguara qué tiene pensado exactamente. Aunque, una vez que haya comprado la casa, supongo que puede hacer lo que quiera con ella, independientemente de lo que me diga a mí.

—Puede que estés sacando conclusiones precipitadas, abuela. A lo mejor es un hombre rico que simplemente quiere una casa en el campo.

—A lo mejor —contestó su abuela, deteniéndose de repente y apoyándose en la escoba—. Addy Purdue me ha dicho que estuviste anoche en la farmacia hablando con un extraño.

Piper le sonrió girándose apenas.

—¿Seguro que no se refería a su hijo Gary?

La abuela se rió.

—No lo creo. Cuéntame.

Decidida a mantener sus emociones encontradas respecto a Ian en secreto, forzó un tono desenfadado en su voz.

—No hay nada que confesar. Se llama Ian Bentley. Es de Chicago y es un cliente importante. Estoy intentando crear un nuevo postre para una línea de cafeterías que él posee.

—¡Oh! —exclamó, y le preguntó en tono insinuante—. ¿Lo conoces desde hace mucho?

Piper escondió sus mejillas sonrojadas estirándose para limpiar una esquiva tela de araña.

—Casi nos estrellamos el uno contra el otro en el aparcamiento ayer por la mañana, y luego me caí y me hice un esguince en el tobillo. Él me llevó en brazos hasta el edificio...

—¿Te llevó en brazos?

Piper asintió, sintiendo un cosquilleo en el estómago al recordarlo.

—Sólo una vez en el edificio, descubrí que se trataba del famoso restaurador al que se suponía que debía impresionar con un postre irresistible.

—¡Caramba! —exclamó la abuela con gran regocijo, escondiendo la boca detrás de su mano—. Perdóname, cariño. ¿Y le has impresionado con tu bizcocho de nata y plátano?

—Es alérgico al plátano.

—Oh.

—Pero le encanta el chocolate.

—Eso explica por qué llevas rascándote toda la tarde.

—Sólo que es difícil de contentar. Aún no he sido capaz de lograr el postre ganador.

Los ojos de su abuela centellearon.

—Lo harás.

Piper contempló de nuevo la amada habitación, ahora vacía, callándose su preocupación.

—Eso espero.

—¿Entonces, fue pura casualidad que te encontraras con él en la tienda?

Piper se estiró para pasar el trapo del polvo por la parte superior de la ventana.

—Yo estaba comprando la medicina para la alergia, él estaba comprando pasta de dientes. El señor Purdue me dio un analgésico para el tobillo, pero a Gary se le olvidó decirme, antes de que me tomara las pastillas, que no podría conducir.

—Y déjame que adivine: Gary se ofreció a llevarte a casa.



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