Rey de reyes by Wilbur Smith & Imogen Robertson

Rey de reyes by Wilbur Smith & Imogen Robertson

autor:Wilbur Smith & Imogen Robertson [Smith, Wilbur & Robertson, Imogen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-04T00:00:00+00:00


Cuando Ryder se despertó por la mañana y comenzó a preparar las mulas con Geriel y Maki, se dio cuenta de que el rostro de Tadesse estaba pálido por la fatiga. El chico intentó hablar con él, pero Ryder le dio la espalda y le dijo con brusquedad que fuera a sentarse junto al fuego.

Mientras desayunaban, llegaron dos de los consejeros de Alula con regalos de su anfitrión y sus buenos deseos. Él enviaba un brillante paño tejido para Saffron y Amber, y brandy local para Ryder. Eran regalos de consideración y Ryder se mostró agradecido.

Una vez terminado el desayuno, el propio Alula llegó con media docena de sus hombres. Al ver que Ryder no tenía caballo, envió al suyo de regreso a los establos. Alula jamás continuaría el viaje a caballo si su invitado caminaba, y así salieron de Axum uno al lado del otro, caminando junto a los monumentos de otras épocas y a la higuera milenaria junto a la catedral donde, según decía la tradición, estuvo escondida el Arca de la Alianza, oculta de los ojos humanos y protegida por los sacerdotes de Axum.

Ryder y Alula evitaron seguir hablando de política y, en su lugar, intercambiaron historias de cacería en el primer ascenso y descenso del camino escarpado.

Ambos hombres eran fuertes e, incluso a esa altitud y escalando tales caminos, no necesitaron hacer una pausa en el flujo de su charla. Pero cuando llegaron al fondo de un estrecho desfiladero, dejaron que las mulas de carga bebieran en la corriente helada y, durante una hora, antes de partir de nuevo, disfrutaron de la fresca sombra que ofrecía un grupo de enebros de olor dulce que crecían junto al agua.

El camino los llevaba hacia el sur, a lo largo del desfiladero sombreado por unos cinco o seis kilómetros, para luego volver a una empinada subida que los llevaba más al este. Ryder miró atrás y notó que Maki, que conducía una de las mulas de carga, se ponía rígido y fruncía el ceño mirando a las alturas por delante. En el mismo momento en que percibió la mirada de sorpresa de Maki, él vio algo en la pared este del desfiladero detrás de ellos. Una nube de polvo y un hilo de guijarros sueltos que caían de una alta saliente que jamás habría notado si no hubiera estado mirando directo a ese lugar. Sintió un escozor animal de inquietud en las tripas. Con gran serenidad, se excusó con Alula y redujo el ritmo de la marcha. El resto del grupo comenzó a adelantársele, y pronto estaba caminado al lado de Maki.

—¿Qué fue lo que viste? —le preguntó.

—No estoy seguro, señor Ryder. Apareció de golpe y casi de inmediato desapareció. Fue simplemente un leve movimiento en los arbustos espinosos. Cincuenta metros más adelante, a tres cuartas partes del camino cuesta arriba. —Habló en voz baja y sin señalar el lugar.

Ryder miró con gesto indiferente a uno y otro lado del serpenteante valle. Los abruptos lados del desfiladero mostraban manchones de matorrales bajos que tenían sus raíces en las estrechas salientes de arenisca.



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