Bailando bajo la luna by RaeAnne Thayne

Bailando bajo la luna by RaeAnne Thayne

autor:RaeAnne Thayne
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2005-12-31T23:00:00+00:00


Maggie sentía el calor en sus mejillas y el hecho de estar nerviosa la enfadaba todavía más. Jake no tenía derecho a hacerle eso, ir a su casa y besarla y decirle unas cosas que la habían dejado tan confundida.

¿A qué juego cruel estaba jugando? ¿Se daba cuenta de lo doloroso que a ella le resultaba el darse cuenta de que su cuerpo todavía podía arder de deseo?

De repente, Maggie quería que la abrazasen, que la besasen y que la adorasen, aunque sabía que eso era imposible.

—¿Por qué tienes tanto miedo? —inquirió él.

—¿Miedo de qué?

—Yo no soy como tu prometido. Yo no me he apartado de ti.

Tenía razón. No se había apartado de ella. Desde que había vuelto a la ciudad, él siempre había estado ahí, sonriéndola y desplegando todo su encanto que le hacía olvidar las múltiples razones por las que no quería tener nada que ver con él.

Maggie no le había pedido que la cuidase. Quizás hubiese sido mejor si se hubiese apartado de ella, entonces no se sentiría como se sentía.

—Ya te he dicho que no me interesa volver a tener una relación.

—Te guste o no, la tenemos.

—¡Sólo por el hecho de que no me dejas en paz!

—¿Así que no puedes dejar de compadecerte de ti misma? O todavía peor, ¿no puedes dejar de hacer como si fueses la misma persona que hace seis meses?

—Escúchame bien, Dalton. Lo que yo haga no es tu problema. Si me levanto por la mañana y decido que voy a hacer escalada, no es de tu incumbencia.

—Tienes razón.

Jake se levantó y empezó a retirar los platos de la mesa y ella no lo miró para evitar comprobar si de verdad estaba excitado.

—Puedo hacerlo yo —espetó Maggie.

—Y yo también.

Jake parecía tan tranquilo, tan racional que Maggie sintió que la furia la invadía. No era una inválida, maldita sea, y estaba harta de que la tratasen como si fuese una figurita de porcelana.

Tenía un dolor punzante en la pierna cuando se levantó con ayuda de las muletas, pero lo ignoró y se acercó al fregadero. Toda la ira acumulada durante los pasados cinco meses parecía estar saliendo a la superficie y sólo podía dirigirla hacia Jake.

—Te he dicho que yo los lavaré.

Maggie le arrebató a Jake los platos de las manos, pero estaban húmedos y resbaladizos y ella sólo estaba apoyada en las muletas, así que se le escurrieron y cayeron al suelo, rompiéndose en mil pedazos.

Al verlos en el suelo, toda su furia se disolvió del mismo modo en el que la había invadido y entonces se sintió muy disgustada. Las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas.

Jake la observó unos segundos y a Maggie le pareció oír que murmuraba unas palabras de cariño. Entonces la tomó en sus brazos.

—Te he hecho trabajar demasiado en la clínica. Lo siento, cariño.

Sus palabras, su ternura, la hicieron llorar todavía más. Apoyó la cabeza en su pecho, incapaz de parar. Ni siquiera sabía por qué lloraba, era una mezcla de agotamiento, dolor y miedo al futuro que la esperaba.



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