Qué lata dan los muertos by Rose Cooper

Qué lata dan los muertos by Rose Cooper

autor:Rose Cooper [Cooper, Rose]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2017-07-28T00:00:00+00:00


…

Convencer a Archer no fue tan difícil como Anna creyó que sería. Al otro día en la escuela, Eden le dio la dosis más baja del hechizo, e incluso así estaba más que dispuesto a participar. Llegó a casa de Anna a las ocho en punto. La mamá de Anna y Winston habían ido al cine.

—Okey, chicas —aplaudió—. ¡Vamos a llamar a nuestro fantasma! —lanzó las manos al aire y gritó de alegría.

Eden y Anna voltearon a verlo.

—¿Acabas de echar una porra? —preguntó Eden.

Archer se puso las manos en el muslo y se estiró las arrugas de sus pantalones de lona.

—Lo siento, me voy a controlar.

Se sentaron en la cama de Anna con la puerta cerrada; la única luz que los iluminaba provenía de la luna y atravesaba las ranuras en las persianas.

—Okey, aquí dice que para invocar a un espíritu —Anna le dio la vuelta a la página del libro—, tenemos que agarrarnos de las manos y cerrar los ojos.

Pasaron al piso y se sentaron en flor de loto en la alfombra morada. Se agarraron de las manos y cerraron los ojos mientras Anna leía los siguientes pasos.

—Respiren despacio, inhalen y exhalen. Mantengan la mente en blanco. Relájense, pónganse cómodos y estén alertas.

—Para supuestamente poner la mente en blanco, son muchas cosas en qué pensar.

—Intenta —murmuró Eden entre dientes.

—Ahora —Anna prosiguió—, necesitamos cantar esta parte juntos y repetirla hasta que nos responda. Querido Maxwell Maddsen, te pedimos que comulgues con nosotros y te muevas entre nosotros.

Anna levantó la cabeza del libro y cerró los ojos mientras los tres repetían al unísono: Querido Maxwell Maddsen, te pedimos que comulgues con nosotros y te muevas entre nosotros.

Nada.

Archer tosió mientras cantaban.

—Querido Maxwell Maddsen, te pedimos que comulgues con nosotros y te muevas entre nosotros.

Nada.

—Concéntrense —Anna susurró.

—Querido Maxwell Maddsen, te pedimos que comulgues con nosotros y te muevas entre nosotros.

—Por favor —agregó Archer.

Anna miró a Archer sin que él la viera. Tenía la cara arrugada y los párpados cerrados con demasiada fuerza. Se estaba concentrando demasiado.

Repitieron el canto varias veces; a veces se trababan y lo decían descoordinados.

Se azotó una puerta.

—¡Dios mío! —Archer brincó, con los ojos abiertos como platos—. Es una señal. ¿Qué hacemos ahora?

—Bueno, no entren en pánico. Fue una de las puertas de abajo que se cerró. Es sólo una señal de que Tabitha está en la casa.

—Pero pudo haber sido algo más. O sea, ¿cómo estás tan segura?

Eden y Anna intercambiaron miradas.

—Bueno —dijo Anna—, dice que cuando recibamos una señal, le pidamos que toque una vez si es él y dos si no. Pero como rompiste el círculo, tenemos que empezar otra vez. Desde el principio.

Eden suspiró desesperada.

—Lo siento —murmuró Archer mientras se volvía a sentar.

Repitieron el canto sólo tres veces y le pidieron que tocara.

—Toca una vez si estás aquí, Maxwell. Toca dos veces si eres alguien más.

Silencio.

—Toca una vez si…

Un sonido que provenía de afuera del cuarto los interrumpió. Todos voltearon a verlo.

Toc.

Toc.

Toc.

Al principio los golpes fueron lentos e intencionados, con una pausa en cada uno. Después, rápidos y repetitivos.



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