Diario de Ana Frank by Anne Frank

Diario de Ana Frank by Anne Frank

autor:Anne Frank [Frank, Anne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1946-12-31T23:00:00+00:00


Lunes, 24 de enero de 1944.

Querida Kitty:

Me ha ocurrido una cosa —aunque en realidad no debería hablar de «ocurrir»— que me parece muy curiosa.

Antes, en el colegio y en casa, se hablaba de los asuntos sexuales de manera misteriosa o repulsiva. Las palabras que hacían referencia al sexo se decían en voz baja, y si alguien no estaba enterado de algún asunto, a menudo se reían de él. Esto siempre me ha parecido extraño, y muchas veces me he preguntado por qué estas cosas se comentan susurrando o de modo desagradable. Pero como de todas formas no se podía cambiar nada, yo trataba de hablar lo menos posible al respecto o le pedía información a mis amigas.

Cuando ya estaba enterada de bastantes cosas, mamá una vez me dijo:

—Ana, te voy a dar un consejo. Nunca hables del tema con los chicos y no contestes cuando ellos te hablen de él.

Recuerdo perfectamente cuál fue mi respuesta:

—¡No, claro que no, faltaba más!

Y ahí quedó todo.

Al principio de nuestra estancia en el escondite, papá a menudo me contaba cosas que hubiera preferido oír de boca de mamá, y el resto lo supe por los libros o por las conversaciones que oía.

Peter van Daan nunca fue tan fastidioso en cuanto a estos asuntos como mis compañeros de colegio; al principio quizás alguna vez, pero nunca para hacerme hablar. La señora nos contó una vez que ella nunca había hablado con Peter sobre esas cosas, y según sabía, su marido tampoco. Al parecer no sabía de qué manera se había informado Peter, ni sobre qué.

Ayer, cuando Margot, Peter y yo estábamos pelando patatas, la conversación derivó sola hacia Moffie.

—Seguimos sin saber de qué sexo es Moffie, ¿no? —pregunté.

—Sí que lo sabemos —contestó Peter—. Es macho.

Me eché a reír.

—Si va a tener cría, ¿cómo puede ser macho?

Peter y Margot también se rieron. Hacía unos dos meses que Peter había comprobado que Moffie no tardaría en tener cría, porque se le estaba hinchando notablemente la panza. Pero la hinchazón resultó ser fruto del gran número de huesecillos que robaba, y las crías no siguieron creciendo, y nacer, menos todavía. Peter se vio obligado a defenderse de mis acusaciones:

—Tú misma podrás verlo si vienes conmigo. Una vez, cuando estaba jugando con él, vi muy bien que era macho.

No pude contener mi curiosidad y fui con él al almacén. Pero no era la hora de recibir visitas de Moffie, y no se le veía por ninguna parte. Esperamos un rato, nos entró frío y volvimos a subir todas las escaleras.

Un poco más avanzada la tarde, oí que Peter bajaba por segunda vez las escaleras. Me envalentoné para recorrer sola el silencioso edificio y fui a parar al almacén. En la mesa de embalaje estaba Moffie jugando con Peter, que justo lo estaba poniendo en la balanza para controlar su peso.

—¡Hola! ¿Quieres verlo?

Sin mayores preparativos, levantó con destreza al animal, cogiéndolo por las patas y por la cabeza, y manteniéndolo boca arriba comenzó la lección:

—Este es el genital masculino, estos son unos pelitos sueltos y ese es el culito.



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