Postdata by Simon Garfield

Postdata by Simon Garfield

autor:Simon Garfield [Garfield, Simon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Comunicación, Historia, Tecnología
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


Así pues, ¿cómo debería comportarse una señorita a la hora de abrir su apartado de correos en la moralista Edimburgo? «No lo tienen fácil. Han de pedírselo en confianza al panadero del barrio o al dependiente de la papelería».

El número de cartas que cruzaban Estados Unidos de un lado a otro en el segundo tercio del siglo se elevó desde los 27 millones en 1840 a los 160 en 1860. ¿Podríamos detectar quizá, con el auge del correo, un florecimiento del espíritu estadounidense? En 1855, un «agente especial» del departamento postal llamado James Holbrook escribió un libro titulado Ten Years Among the Mail Bags [Diez años entre sacas de correo], en el que describía hasta qué punto era imposible plantear una vida próspera en Estados Unidos sin el servicio postal. «¡Imaginen una ciudad sin oficina de correos! ¡Una comunidad sin cartas! ¡“Amigos, católicos, compatriotas y amantes” (especialmente estos últimos) sin acceso al correo, dejados de la mano de dios por la prensa, enterrados vivos, a oscuras de la luz del intelecto y el ajetreo del gran mundo! ¡Qué imagen tan desoladora!»

Existen muchos ejemplos de cartas de este periodo de optimismo generalizado, grandes oportunidades y ni la más leve desesperanza. El país se movía: la migración aumentaba espectacularmente año tras año, particularmente hacia el oeste. Habían estallado la Fiebre del Oro y el comercio, gracias entre otras cosas al ferrocarril, convertido en todo un símbolo. Por otro lado, fue inevitable que la exposición personal creciera gracias al desarrollo del correo: creció la necesidad de contacto con los familiares y amigos desplazados a lugares lejanos, y quedaba claro que los remitentes cada vez confiaban más intimidades al correo. A fines de julio de 1849, Henry Thoreau escribía desde su casa de Concord, Massachusetts, a la hija de diez años de su amigo Ralph Waldo Emerson, Ellen Emerson, que estaba pasando ese verano en Staten Island con sus primos. Thoreau adoptaba el papel de mentor, como el padre de ella había hecho con él. Faltaban cinco años para la publicación de Walden, su influyente viaje espiritual de autodescubrimiento e independencia personal, pero el tono reflexivo de esa carta sugiere que esa obra estaba casi terminada.

Querida Ellen:

Creo que ya nos conocemos bastante bien, aunque nunca hemos mantenido conversaciones muy largas. Charlas cortas, sí, desde luego. […] Supongo que piensas que las personas de la edad de tu padre o la mía siempre piensan en asuntos serios, pero yo sé que al final lo que hacemos es meditar sobre los mismos temas, ya antiguos, acerca de los que nos hacíamos preguntas cuando teníamos diez años. La única diferencia es que pensamos más seriamente en ello. A ti te encanta escribir o leer cuentos de hadas y eso te gustará siempre, de una forma u otra. Poco a poco descubrirás que solo querrás recibir una cosa en usufructo: ese sueño cumplido.

[…]

Los niños están recogiendo moras por todos lados ahora mismo. Los lirios del valle han florecido y empiezan a brotar la hierba de San Juan y la vara de oro.



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