Un amor by Sara Mesa

Un amor by Sara Mesa

autor:Sara Mesa [Mesa, Sara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2020-07-31T16:00:00+00:00


* * *

—¿Te gustaba yo desde el principio?

No, dice Andreas. No duda al responder. Ni siquiera simula dudar: su negación es rotunda, implacable. En realidad, añade, apenas se fijó en ella. La veía por los caminos, o en la tienda, pero no le produjo curiosidad. Él es muy despistado. Siempre le pasa, con todo el mundo. Siempre le ha pasado. Nat siente el dolor atravesándole la garganta. Un dolor áspero, agudo, certero. Inexplicable. Traga saliva con dificultad.

—Entonces soy yo como pudiera ser cualquier otra.

Es solo media tarde, pero la luz que entra en el dormitorio es turbia, como si ya estuviera anocheciendo. Apenas pueden verse bien las caras. Andreas medita unos segundos y después desvía los ojos hacia el techo.

—Podrías ser otra y yo también podría ser otro. Siempre es así.

—Pero si yo no hubiese venido en tu busca después de… la primera vez, ¿nada de esto habría pasado?

—Posiblemente no.

—Duele mucho oírte decir eso.

Él sonríe, abstraído.

—No debería dolerte. Al final, ha pasado. Eres tú y soy yo. Eso es lo que cuenta.

A Nat le gustaría preguntarle qué significa para él. Le gustaría decirle que, si todo empezó por una casualidad —una casualidad tan nimia, tan trivial, como la existencia de goteras en su tejado—, no entiende por qué continúan viéndose, dado que el trato ya finalizó. Sabe que es ridículo, pero, en el fondo, le gustaría ser la escogida, haber sido seducida después de una larga planificación. Le gustaría escuchar que Andreas tomó nota de ella desde el primer día, se fue enamorando poco a poco, urdió planes para acercarse, vio la posibilidad y se lanzó sin importarle el riesgo: el cuento romántico sustituyendo al… ¿pornográfico? Pero Andreas no dice nada de esto. Solo la mira con seriedad, como si su dolor —el de ella— fuese inventado y él debiera, como mucho, ser compasivo y pasarlo por alto.

—¿Acaso te habías fijado tú en mí? —pregunta finalmente—. ¿No es lo mismo?

Nat se da la vuelta hacia la pared para disimular las lágrimas. Todo empezó en esa misma cama, piensa, cuando él le pidió que se desnudase solo de cintura para abajo si así lo prefería. La utilizó porque las prostitutas de Petacas, había dicho, eran miserables. ¿Cómo lo sabía él? ¿Había recurrido a ellas otras veces? ¿Cansado de la miserabilidad de las putas decidió que era mejor abordarla a ella? ¿Qué tipo de persona hace eso?

Andreas se acerca, le acaricia la espalda, besa la curva de su cuello. ¿No le bastan los hechos?, le dice. ¿Los hechos por sí mismos? ¿Por qué necesita interpretarlo todo? ¿Adónde pretende llegar? Nat no responde. Tumbada de costado, con los brazos cruzados en tensión sobre el pecho, intenta expulsar el demonio que se está apoderando de ella.



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