Pompeya by Robert Harris

Pompeya by Robert Harris

autor:Robert Harris [Harris, Robert]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2004-01-01T05:00:00+00:00


Vespera

(20.00 horas)

La llegada del magma cerca de la superficie desborda el depósito y abulta la superficie…

Encyclopaedia of Volcanoes

Atilio y su expedición llegaron a la matriz del Aqua Augusta justo con los estertores del día. El ingeniero contempló cómo el sol se hundía tras la gran montaña, perfilándola contra el cielo rojo y haciendo que los árboles parecieran incendiados, y al instante siguiente desaparecía. Miró al frente y vio lo que parecían montones de arena clara destacando en la oscura llanura. Entrecerró los ojos para distinguirlos mejor, azuzó al caballo y pasó a galope ante los carros.

Cuatro regulares montones de grava estaban dispuestos alrededor de un muro circular de ladrillo, alto como la cintura de un hombre. Se trataba de un tanque de sedimentación. Sabía que al menos había una docena como aquél a lo largo del Augusta —uno cada cinco o seis kilómetros, según la recomendación de Vitruvio—, lugares donde el agua era obligada a reducir su velocidad para poder recoger las impurezas que pudiera arrastrar una vez se hubieran depositado en el fondo. Todas las semanas había que retirar montones de pequeños cantos rodados, perfectamente esféricos y lisos tras haber viajado por el acueducto, restos que se apilaban a la espera de que los retiraran para descartarlos o usarlos en la construcción de calzadas.

Un tanque de sedimentación era siempre un lugar idóneo para conectar una conducción secundaria, y cuando Atilio desmontó y se acercó para inspeccionarlo, comprobó que así se había hecho también allí. El suelo era blando y esponjoso y la vegetación que había a su alrededor, más frondosa y verde: señales de saturación. El agua rebosaba el depósito por varios lugares, bañando la obra con una reluciente película transparente. El último hueco de inspección de la tubería de Pompeya se hallaba justo delante de la pared.

Apoyó las manos en el borde y se asomó. El tanque tenía unos seis metros y medio de diámetro y unos cinco de profundidad. Sin sol estaba demasiado oscuro para ver el fondo de gravilla, pero sabía que al menos allí abajo habría tres bocas de túnel: una por donde desembocaba el Augusta, otra por donde proseguía y una tercera que conectaba la canalización de Pompeya al sistema. El agua le corría entre los dedos y se preguntó cuándo habrían cerrado Corvino y Becco las compuertas en Avelino. Con suerte el caudal empezaría a disminuir muy pronto.

Oyó ruido de pasos en el suelo húmedo a su espalda. Brebix y unos hombres más se acercaban desde las carretas.

—¿Es éste el sitio, aguador?

—No, Brebix, todavía no. Pero ya no estamos lejos. ¿Ves esto? ¿Ves cómo brota el agua de dentro? Eso es porque la conducción principal está bloqueada en algún punto más adelante. —Se secó las manos en la túnica—. Debemos seguir.

No fue una decisión popular, y aún menos cuando se descubrió que los carromatos se estaban hundiendo hasta los ejes en el barro. Se oyeron improperios y les fue necesario recurrir a toda su fuerza —hombros y espaldas contra un carro primero y después contra el otro— para empujarlos hasta terreno más firme.



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