La historia by Elsa Morante

La historia by Elsa Morante

autor:Elsa Morante [Morante, Elsa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1974-01-01T05:00:00+00:00


4

Tras el asalto al cargamento de harina, Ida se sentía incapaz de regresar al barrio de San Lorenzo, convertido para ella en el propio centro del miedo. Sin embargo, transcurridas dos semanas desde que se abrieran de nuevo las carreteras sin noticias de Ninnarieddu, se aventuró hasta la taberna de Remo.

Allí se enteró de una sorprendente noticia: Nino había estado ya en Roma a primeros de junio, poco después de la entrada de los Aliados, pasando a hacer una rápida visita al tabernero, quien, naturalmente, le dio la dirección de su madre en el Testaccio. De salud estaba perfectamente, y contento, y había traído también buenas noticias de Carlo-Piotr, que estaba vivito y coleando y actualmente vivía con unos parientes (se trataba en realidad de su nodriza) en un pueblecito a medio camino entre Nápoles y Salerno. Los dos, tras haber superado juntos, incólumes, el paso de las líneas, habían conservado, e incluso reforzado, su amistad de guerrilleros, y a menudo tenían ocasión de encontrarse en Nápoles, donde Nino se ocupaba de importantes asuntos.

Estas eran, en todo y por todo, las noticias, pocas y expeditivas, que el tabernero le sacó a Nino, que estaba a bordo de un jeep militar, en compañía de dos suboficiales estadounidenses, y tenía mucha prisa. Desde ese día, el tabernero no lo había vuelto a ver.

Después de esta información tranquilizadora, Ida no supo más de Nino hasta finales de agosto. Ese mes, llegó una postal suya con el sello de Capri y la foto en color de un lujoso edificio llamado Quisisana Grand Hôtel. Equivocándose, los destinatarios fabularon que Nino se alojaba en aquel edificio. En el lado de la correspondencia, entre otras muchas firmas de desconocidos, él, sobre su propia firma, Nino, había escrito solo: «See you soon». La frase resultaba indescifrable para los presentes: quien la juzgaba americana, y quien, más bien, japonesa o china. Pero Santina, que ahora vendía sus favores a los militares aliados, consultó a un sículo-estadounidense al respecto. E informó, de parte de este, que la frase quería decir, más o menos, «Pronto nos veremos».

No obstante, se llegó al otoño en medio de un silencio total de Ninnuzzu, quien, a decir verdad, durante esos meses estuvo en Roma más de una vez, de un lado para otro. Pero, como llegaba siempre de paso y estaba demasiado ocupado con ciertos tráficos presurosos, hasta ahora se había olvidado de informar tanto a su amigo el tabernero como a su madre.

Mientras tanto, los ejércitos aliados, desembarcados en Normandía, habían desencadenado el ataque a los alemanes en Europa para reconquistar Francia, y en agosto entraron en París con el general De Gaulle. En todos los países sometidos a los alemanes progresaba la rebelión, mientras que los ejércitos rusos avanzaban desde Oriente. Y en Italia, después de Roma, los Aliados habían tomado Florencia, parándose en la Línea Gótica, donde actualmente estaba detenido el frente.

Otros acontecimientos de ese verano: no mucho después de la liberación de Roma, Annita, encontrando un medio de transporte, aprovechó para



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