Arabella by Georgette Heyer

Arabella by Georgette Heyer

autor:Georgette Heyer [Heyer, Georgette]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1948-12-31T16:00:00+00:00


10

Cuando Arabella se despidió del señor Beaumaris delante de la casa de lady Bridlington, el mayordomo que le abrió la puerta le informó que dos caballeros estaban esperándola en el saloncito. La noticia le produjo una considerable sorpresa. El mayordomo le explicó que uno de esos jóvenes caballeros había mostrado mucho interés por verla, porque era de Yorkshire y la conocía. Un temor espantoso se apoderó de Arabella: que todo Londres hubiera descubierto la verdad. Con mano temblorosa cogió la tarjeta de visita de la bandeja que sujetaba el mayordomo. Pero comprobó que no conocía el nombre elegantemente impreso en ella: no recordaba haber oído hablar de ningún Felix Scunthorpe, y mucho menos haberlo conocido.

—¿Dos caballeros?

—El otro joven, señorita, no ha revelado su nombre —respondió el mayordomo.

—Bien, supongo que tendré que recibirlos. Dígales que bajaré enseguida, por favor. ¿O está lady Bridlington en casa?

—No, milady todavía no ha regresado, señorita.

Arabella no supo si alegrarse o lamentarlo. Subió a su habitación a cambiarse el sucio vestido, unos minutos más tarde bajó con la esperanza de que su rostro no delatara el miedo que la atenazaba. Entró en el salón con aire majestuoso y decidido. Como le había prevenido el mayordomo, había dos jóvenes caballeros de pie junto a la ventana. Uno de ellos era un joven de aspecto ligeramente insulso e impecablemente vestido, que además de un alto sombrero llevaba un bastón de ébano y un elegante par de guantes. El otro era alto y esbelto, con cabello castaño y rizado y perfil aguileño. Al verlo, Arabella profirió un grito y cruzó corriendo la habitación para echarse en sus brazos.

—¡Bertram!

—¡Tranquila, Bella! —la reconvino su hermano retrocediendo—. ¡Ten cuidado con lo que haces, por amor de Dios! ¡Mi corbata!

—¡Ay, perdóname, es que me alegro tanto de verte…! Pero ¿a qué se debe tu visita? ¿Está papá en la ciudad?

—¡No, qué va!

—¡Gracias a Dios! —suspiró Arabella llevándose ambas palmas a las mejillas.

A su hermano no le extrañó en absoluto esa exclamación.

—Sí, menos mal que no está aquí —dijo mirándola con ojo crítico—, porque seguro que te regañaría por ir vestida así. ¡Estás muy guapa, Bella! Muy elegante, ¿verdad, Felix?

El señor Scunthorpe, turbado al requerirse su opinión, abrió y cerró la boca un par de veces, inclinó la cabeza y puso cara de desesperación.

—Opina que estás deslumbrante —explicó Bertram, interpretando esas señales—. Es un poco vergonzoso con las mujeres, pero un gran tipo, te lo aseguro. ¡En cualquier circunstancia!

Arabella miró con interés al señor Scunthorpe, que presentaba la apariencia de un joven muy afable; y aunque su elegante chaleco denotaba que seguía la moda, le pareció que le faltaba personalidad. Lo saludó con una cabezada, lo cual hizo que el joven se ruborizara intensamente y empezara a tartamudear. Bertram, pensando que su hermana agradecería algún tipo de presentación, dijo:

—No lo conoces. Estudiaba en Harrow conmigo. Es mayor que yo, pero tiene la cabeza llena de serrín: ¡jamás aprendió nada! Me lo encontré en el High.

—¿En el High?

—¡En Oxford, Bella! —explicó Bertram con altivez—. Maldita



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