Historia del futuro by Robert A. Heinlein

Historia del futuro by Robert A. Heinlein

autor:Robert A. Heinlein [Heinlein, Robert A.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1967-03-01T05:00:00+00:00


«Si esto continua…»†

1

Hacía frío en la muralla. Me puse a dar palmadas con mis entumecidas manos, luego me detuve rápidamente por miedo a molestar al Profeta. Mi puesto aquella noche estaba precisamente fuera de sus aposentos personales… un puesto que había obtenido por ser el más cuidadoso y pulcro y listo a la hora de montar guardia… pero ahora no deseaba llamar la atención sobre mí.

Por aquel entonces yo era joven y no muy brillante… un recién enviado de West Point y un centinela de los Ángeles del Señor, la guardia personal del Profeta Encarnado. Cuando nací, mi madre me consagró a la Iglesia, y a los dieciocho años mi tío Absalón, un antiguo censor laico, consiguió del Consejo de Ancianos un puesto para mí en la Academia Militar.

West Point me gustó. Oh, claro que me unía a las habituales quejas de mis compañeros de clase, las habituales lamentaciones comunes a la vida militar, pero a decir verdad me gustaba la rutina monástica: levantarse a las cinco, dos horas de plegarias y meditación, luego clases y conferencias sobre los interminables temas de la educación militar, estrategia y táctica, teología, psicología de masas, milagros básicos. Por la tarde practicábamos con armas de torbellino y desintegradoras, nos entrenábamos con los tanques, y endurecíamos nuestros cuerpos con el ejercicio.

No conseguí una graduación muy alta, y realmente no esperaba ser asignado a los Ángeles del Señor, aunque hice lo posible por conseguirlo. Pero siempre obtuve las calificaciones más altas en piedad, y fui lo suficientemente bueno en la mayoría de los temas prácticos; fui elegido. Eso casi me hizo pecar de orgullo… el más sagrado regimiento de las huestes del Profeta, en donde hasta los soldados rasos eran oficiales designados y cuyo coronel en jefe era la Espada Triunfante del Profeta, mariscal de todos los ejércitos. El día en que fui investido con el brillante escudo y la lanza de los Ángeles hice votos de estudiar para el sacerdocio tan pronto como la promoción a capitán me hiciera elegible.

Pero esta noche, varios meses más tarde, aunque mi escudo todavía brillaba, había una mácula en mi corazón. De algún modo, la vida en Nueva Jerusalén no era como yo la había imaginado mientras estaba en West Point. El Palacio y el Templo estaban devorados por la intriga y la política; sacerdotes y diáconos, ministros de Estado, y los funcionarios de Palacio, parecían enzarzados en una contienda por el poder y los favores recibidos de mano del Profeta. Incluso los oficiales de mi propio cuerpo parecían corrompidos por ello. Nuestro orgulloso lema, «Non sibi, sed Deo», tenía ahora un sabor pervertido en mi boca.

No es que yo estuviera libre de pecado. Aunque no me había unido a las luchas por las preferencias mundanas, había hecho algo que sabía en el fondo de mi corazón que era aún peor: había mirado con deseo a una mujer consagrada.

Por favor, compréndanme mejor de lo que yo mismo me comprendía. Era un hombre adulto en cuerpo, y un niño en experiencia.



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