19 semanas by Norman Moss

19 semanas by Norman Moss

autor:Norman Moss [Moss, Norman]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-31T16:00:00+00:00


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LOS ACANTILADOS BLANCOS

El siguiente paso que debía dar Alemania parecía estar claro. Tras haber terminado con la Europa continental occidental, cruzaría la extensión de agua que la separaba de Gran Bretaña, veintidós millas en el tramo más estrecho, y la invadiría igualmente. Esto era lo que el mundo esperaba ahora y lo que también esperaba Gran Bretaña. Este peligro era una experiencia nueva para la nación británica. La última vez que había tenido que enfrentarse a una amenaza de invasión fue cuando Napoleón había reunido sus barcos en los puertos del canal. Y la última vez que una fuerza invasora extranjera había desembarcado realmente en Gran Bretaña había sido casi nueve siglos antes: en 1066. Para el pueblo británico las guerras se libraban siempre en otro lugar. Ahora el Ejército alemán se hallaba en el litoral francés, una línea costera visible desde Inglaterra en días claros. Gran Bretaña se sentía vulnerable.

El escritor H. M. Tomlinson trató de hacer entender este sentimiento a los lectores norteamericanos en un artículo publicado en el Atlantic Monthly. «Es difícil explicar lo que esto significa para nosotros. Es algo que nos resistimos a asumir. Durante muchísimo tiempo hemos visto los acantilados franceses como el pórtico de otra patria, como señales de bienvenida. Pero ahora el enemigo está ahí[1]».

El este y el sudeste de la costa eran los puntos de invasión más probables. La gente que vivía en las inmediaciones de estas costas las vio transformarse en potenciales zonas de guerra. Las playas, habituales destinos vacacionales, se llenaron de alambradas y se atiborraron de minas. Asimismo, se colocaron pescantes en los puertos, susceptibles de bloquearse para impedir la entrada de los barcos enemigos. Los placenteros hoteles de la zona fueron convertidos en cuarteles. Las gasolineras de las poblaciones costeras redujeron al mínimo el suministro de gasolina para que los invasores no pudieran abastecerse. En algunas zonas se decretó el toque de queda y se prohibió el contacto con los forasteros. En total, doscientos mil civiles fueron evacuados de eventuales zonas de invasión. Los niños que habían sido trasladados de Londres a la costa oriental al estallar la guerra por miedo a los ataques aéreos fueron trasladados de nuevo por miedo a la invasión.

Otros fueron trasladados más lejos todavía. Los padres que se lo pudieron permitir enviaron a sus hijos a Estados Unidos o a Canadá, donde suponían que estarían a salvo. Sir Henry Channon, acaudalado parlamentario conservador nacido en Estados Unidos, envió a su hijo Paul a casa de sus parientes norteamericanos. En su diario registró la escena de la despedida: «En la estación había hileras de Rolls Royces, de criados de librea y de montañas de baúles. Todos los conocidos parecíamos habernos dado cita en aquel andén abarrotado[2]».

En Estados Unidos se creó el Comité para el Cuidado de Niños Europeos, que contó con Eleanor Roosevelt como presidenta de honor. Este proyecto suscitó una ola de simpatía. El New York Daily Mirror escribió en su editorial: «Hitler puede desencadenar el infierno en Gran Bretaña en cualquier momento.



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