Monstruos y prodigios by Ambroise Paré

Monstruos y prodigios by Ambroise Paré

autor:Ambroise Paré [Paré, Ambroise]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1574-12-31T16:00:00+00:00


XXVII. DE CÓMO VIVEN LOS DEMONIOS EN LAS MINAS

LOYS Lavater escribe que los mineros afirman que en ciertas minas se ven espíritus vestidos como los que allí trabajan, corriendo de acá para allá, y parecen trabajar, aunque no se mueven; dicen también que a nadie hacen daño, a no ser que se burlen de ellos: de suceder esto, arrojarán algo contra el burlón, o le perjudicarán en alguna otra forma. Hace poco, estando yo en casa del duque de Ascot, un gentilhombre suyo, llamado l’Heister, hombre de honor, y que tiene a su cargo la mayor parte de la casa, me aseguró que en ciertas minas de Alemania —otros también han escrito al respecto— se oían gritos muy extraños y espantosos, como de una persona que hablase dentro de un recipiente, arrastrar de cadenas en los pies, toses y suspiros, a veces lamentos, como los de un hombre al que torturan, otras veces el ruido de un gran fuego que chisporrotea, otras, disparos de artillería efectuados a mucha distancia, tambores, clarines y trompetas, ruido de carros y de caballos, restallidos de látigos, choque de arneses, picas, espadas, alabardas y otros ruidos, como se producen en las grandes batallas; también, ruidos como los que se hacen al construir una casa, al cortar la madera, sisear las cuerdas, tallar la piedra, construir los tabiques y otras operaciones, y, sin embargo, nada se ve de todo ello. El mencionado Lavater escribe que en Davos, región de los Grisones, hay una mina de plata en la que Pierre Briot, hombre notable y cónsul de aquel lugar, mandó efectuar trabajos estos años pasados, obteniendo de ella grandes riquezas. Había en ella un espíritu que, principalmente los viernes, y con frecuencia en el momento en que los mineros echaban en el interior de unas cubas lo que habían extraído, causaba grandes molestias, transformando los metales de las cubas en otros distintos. Cuando quería bajar a su mina, el cónsul no se preocupaba mayormente de ello, confiando en que el espíritu no podía causarle daño alguno, de no ser por la voluntad de Dios. Pero ocurrió un día que el espíritu hizo mucho más ruido que de costumbre, hasta tal punto que un minero empezó a insultarle y a mandarle que se fuese al patíbulo y a sus infiernos, con maldiciones; el espíritu, entones, agarró al minero de la cabeza y se la retorció de tal manera, que la parte delantera quedó exactamente detrás. No obstante, no murió de aquello, sino que aún vivió durante mucho tiempo con su cuello torcido, conocido familiarmente por muchos que todavía viven, y falleció algunos años después. El susodicho Loys Lavater escribe otras muchas cosas sobre los espíritus, que cualquiera puede leer en su libro; y en él afirma haber oído contar a un hombre prudente y honrado, baile de un señorío dependiente de Zurich, que un día de verano, muy de mañana, yendo a pasearse por los prados en compañía de su criado, vio un hombre al que conocía bien



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