El universo, los dioses, los hombres by Jean-Pierre Vernant

El universo, los dioses, los hombres by Jean-Pierre Vernant

autor:Jean-Pierre Vernant
La lengua: spa
Format: epub
editor: Anagrama
publicado: 1999-01-01T05:00:00+00:00


LOS SIN NOMBRE Y SIN ROSTRO

Así pues, Ulises y sus compañeros zarpan de nuevo y se dirigen hacia allí. Ulises cumple los ritos prescritos. Está delante del foso, ha derramado la harina y degollado al carnero, la sangre está a punto para ser bebida. Entonces ve acercarse a la multitud de los que no son personas, que son útis, como él pretendió en su momento, los sin nombre, los nónymnoi, los que ya no tienen rostro, que ya no son visibles, que ya no son nada. Forman una masa indiferenciada de seres que antes han sido individuos, pero de los que ya no se sabe nada. De esa masa que desfila delante de él sube un rumor terrorífico e indiferenciado. No tienen nombre, no hablan, es un ruido caótico. Ulises está muerto de miedo ante el espectáculo, que se presenta a sus ojos y sus oídos como la amenaza de una disolución completa en un magma informe; su palabra, tan hábil, es sofocada en un rumor inaudible; su gloria, su reputación, su celebridad, corren el riesgo de quedar olvidadas, de perderse en aquellas tinieblas. Aparece, sin embargo, Tiresias.

Ulises le hace beber la sangre, y Tiresias le anuncia que regresará a su casa, donde le espera Penélope, y le da también noticias de todos los demás. Agamenón ha muerto. Ulises ve también los espectros de cierto número de héroes, así como el de su madre, y reconoce a Aquiles y lo interroga. Después de beber un poco de esa sangre que le devuelve la vitalidad a los muertos, Aquiles habla. ¿Qué dice, en ese momento exacto en que todo el mundo canta su gloria, en que su kléos, su celebridad, brilla con luz deslumbrante en el mundo entero, en que es el modelo de héroes y en que se pretende que su superioridad se conoce incluso en los infiernos? Escuchémosle: «Preferiría ser el último de los campesinos sucios y desastrados que se revuelcan en los estercoleros, el hombre más pobre vivo bajo la luz del sol, que ser Aquiles en este mundo de tinieblas que es el Hades.» Lo que dice Aquiles en la Odisea es lo contrario de lo que proclamaba la Ilíada: Aquiles, se afirmaba, tenía que elegir entre una vida breve y gloriosa y una vida larga pero sin gloria, y no había tenido el menor titubeo ni la menor duda: había que elegir la vida gloriosa, la muerte heroica en plena juventud, porque la gloria de una vida breve que se realizaba en una hermosa muerte valía mucho más que cualquier otra cosa. Ahora dice exactamente lo contrario. Una vez muerto, si siguiera pudiendo elegir, preferiría ser un miserable y astroso campesino de las comarcas más desheredadas de Grecia que el gran Aquiles en el mundo de los muertos.

Ulises oye esta confesión y después se va. Pasa de nuevo por la casa de Circe, que le acoge sin reservas y lo alimenta de nuevo, a él y a sus compañeros; les ofrece pan y vino y después les indica el camino que han de seguir.



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