Patrimonio by Philip Roth

Patrimonio by Philip Roth

autor:Philip Roth [Roth, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1991-01-10T05:00:00+00:00


5

SEGURO QUE A INGRID SE LE DA MUY BIEN OCUPARSE DE MÍ

Pero el caso fue que una semana después de haber regresado de Europa el doctor Benjamin, mi padre ingresó para que le hicieran la biopsia, no como preludio de la intervención quirúrgica –todos nosotros, en aquel momento, habíamos tomado ya la firme decisión de no llevarla a cabo–, sino para explorar la posibilidad, por remota que fuera, de que la biopsia descubriese un tipo de tumor que pudiera reducirse por radioterapia. No veía yo cómo, en conciencia, podíamos limitarnos a ignorar el tumor hasta estar seguros de que el único tratamiento posible era esa carnicería que a todos se nos antojaba inaceptable. Me aterrorizaba la idea de que la aguja que iban a insertarle en el cielo de la boca causara algún daño en el cerebro, pero dejé que el doctor Benjamin me convenciera de que el doctor Persky, que llevaría a cabo la intervención, era el mejor médico que podíamos encontrar.

El portero de su casa llevó a mi padre y a Lily, en su coche, al hospital de Manhattan. Allí me reuní yo con ellos, tras un inacabable retraso burocrático, y, una vez gestionada el alta, subimos todos a la habitación. Cuando estuvimos instalados, le dieron algo de cena; para mi sorpresa, consiguió absorberse por completo en el acto de comer. Luego se marchó Lil y bajé a mi padre a que hablase con un joven residente a quien no sólo contó su enfermedad, sino también unas cuantas anécdotas, no muy largas, de su niñez. Cuando regresamos a la habitación saqué el pijama de la maleta, esperé a que mi padre volviera del cuarto de baño y lo ayudé a meterse en la cama. Estaba exhausto, y su rostro, con el parche tapándole el ojo ciego, en el lado desprendido, tenía un aspecto espantoso. No obstante, parecía menos hundido, por decirlo así, que durante el período en que no hicimos nada. Se le presentaba una nueva y muy dura prueba que superar, y las pruebas no se superan a base de desesperación. Lo que hizo fue recurrir a la amalgama de desconfianza y resignación con que había aprendido a afrontar la humillación de la vejez.

Abajo, en la ventanilla de inscripción, acababan de decirle que para poder ver la televisión en su cuarto tendría que pagar tres dólares y medio al día, y se había negado. Cuando lo vi en la cama, mirando al techo con el ojo hábil, le dije que yo pagaría la tele.

—Venga, voy a tener un arranque de bondad, te voy a pagar una noche de tele.

—¿Tres dólares y medio por la televisión? Están completamente locos.

—Podemos ver el partido de béisbol. Juegan los Mets contra los Reds.

—No por tres dólares y medio —replicó, categóricamente. Que se vayan al diablo.

—Siempre será mejor que quedarte así en la cama, dándole vueltas a lo de mañana.

—No estoy dándole vueltas. No me permito ese lujo. Vete a tu casa, anda.

—No son más que las siete. Puedes ver MacNeil / Lehrer.



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