Naufragios y comentarios by Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Naufragios y comentarios by Álvar Núñez Cabeza de Vaca

autor:Álvar Núñez Cabeza de Vaca [Núñez Cabeza de Vaca, Álvar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1555-01-19T16:00:00+00:00


Capítulo XXV

De cómo el gobernador y su gente alcanzaron a los enemigos

A hora de las once de la noche, después de haber reposado los indios y los españoles que estaban en el campo, sin consentir que hiciesen lumbre ni fuego ninguno, porque no fuesen sentidos de los enemigos, a la hora llegó una de las espías y descubridoras que el gobernador había enviado para saber de los enemigos, y dijo que los dejaba asentando su pueblo; lo cual holgó mucho de oír el gobernador, porque tenía temor que hubiesen oído los arcabuces al tiempo que los dispararon en el alboroto y escándolo de aquella noche; y haciéndole preguntar a la espía dónde quedaban los indios, le dijo que quedarían a tres leguas de allí; y sabido esto por el gobernador, mandó levantar el campo, y caminó luego toda la gente, yendo con ella poco a poco, por detenerse en el camino y llegar a dar en ellos al reír[193] del alba, lo cual así convenía para seguridad de los indios amigos que consigo llevaban, y les dio por señal unas cruces de yeso, en los pechos puestas y señaladas, y en las espaldas también, porque fuesen conocidos de los españoles y no los matasen, pensando que eran los enemigos. Mas, aunque esto llevaban para remedio de su seguridad y peligro, entrando de noche en las casas no bastaban para la fuga de las espadas, porque también se hieren y matan los amigos como los enemigos; y así caminaron hasta que el alba comenzó a romper, al tiempo que estaban cerca de las casas y pueblo de los enemigos esperando que aclarase el día para darles la batalla. Y porque no fuesen entendidos ni sentidos de ellos mandó que hinchansen a los caballos las bocas de yerba sobre los frenos, porque no pudiesen relinchar; y mandó a los indios que tuviesen cercado el pueblo de los enemigos, y les dejasen una salida por donde pudiesen huir al monte, por no hacer mucha carnicería en ellos.

Y, estando así esperando, los indios guaraníes que consigo traía el gobernador se morían de miedo de ellos y nunca pudo acabar con ellos que acometiesen a los enemigos. Y estándoles el gobernador rogando y persuadiendo a ello, oyeron los tambores que tañían los indios guaycurúes; los cuales estaban cantando y llamando a todas las naciones, diciendo que viniesen a ellos, porque ellos eran pocos y más valientes que todas las otras naciones de la tierra, y eran señores de ella y de los venados y de todos los otros animales de los campos, y eran señores de los ríos y de los peces que andaban en ellos; porque tal tiene de costumbre aquella nación, que todas las noches del mundo se velan de esta manera.

Y al tiempo que se venía el día, salieron un poco adelante y echáronse en el suelo; y estando así vieron el bulto de la gente y las mechas de los arcabuces; y como los enemigos reconocieron tanto bulto de gentes y



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