nunca olvidare by Noelia medina

nunca olvidare by Noelia medina

autor:Noelia medina
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Lxl Editorial, nunca olvidaré, noelia medina
editor: LXL Editorial
publicado: 2018-12-15T00:00:00+00:00


Capítulo 5

¿Has oído alguna vez eso de 'si no puedes con tu enemigo únete a él'? Pues yo me uní.

¿Qué triste, verdad?

Qué bochornoso…

La popularidad me cegó. Incluso llegué a comprender a aquellas tres que me jodieron la vida. Su amistad me pudo más que sus desplantes, sus burlas y sus palizas.

Llegaron una mañana a aquel rincón del patio donde me situaba cada día a tomar mi desayuno. Estabas allí, ¿te acuerdas? Y me pidieron hablar a solas. Quizás tú no lo sabías, pero sentí miedo, un pánico atroz. Aunque lo disimulé y alcé el mentón, porque lo mejor del mundo es ser valiente. Al menos aparentarlo. Y parece ser que funcionó, porque al apartarnos unos metros, no hubo insultos, ni tirones de pelo, ni saliva, ni golpes. Solo hubo una palabra: 'perdón'.

¿Por haberme jodido la vida?

No, perdón por haberse portado mal conmigo, dijeron.

Y yo les dije que no había nada que perdonar, que lo único que tenían que hacer era estar fuera de mi vista si no querían que les pasara a todas lo que a su amiga en el vestuario. Y volvieron a disculparse, aunque yo volví a repetirme que todo aquello era falso.

¿Cómo fue? No lo sé. Pero pasó, que es lo importante. Y día tras día se acercaron a mí, rogaron mis disculpas, me demostraron con pequeños gestos que podían ser simpáticas y divertidas. Como si le hubiese dado la vuelta a la moneda y estuviese viendo la otra cara.

Qué ridículo suena ahora que lo escribo y lo releo.

También ahora te comprendo.

Entiendo tu insistencia al preguntarme por qué comencé a juntarme con ese tipo de personas. Yo siempre alegaba que no eran solo lo que los demás veíais por fuera, que dentro había una parte mejor.

Yo que había sufrido bajo sus manos, las defendía.

Lo sé, patético.

También comprendo tus ganas de apartarme de ellas. Los reproches que comenzaron a salir de tu boca al darte cuenta de que te estaba dando de lado.

En mi defensa diré que no me percataba de ello, la anteojera de burra no me lo permitía.

Yo caminaba con chulería por los pasillos, estudiaba menos y salía más. Ligaba con chicos a los que luego, en el momento cumbre, cuando ya creían tenerlo todo ganado, les daba plantón, les hacía ver que yo mandaba, y no ellos. Ya no vestía vaqueros recatados con camisetas básicas; mi estilo cambió y cada vez me atrevía más. Sobre todo cuando los de mi alrededor me hacían ver lo fantástica que era, lo bien que me quedaba todo, lo guapa que iba siempre. Ya no me preocupaba por tapar marcas ni miraba a ambos lados para comprobar si alguien me empujaría o me escupiría en el pelo.

Yo ya, no era yo.

Y nosotros tampoco éramos nosotros.

Las carreras sin sentido por la calle comenzaron a parecerme ridículas.

Lo sé, al principio también carecían de sentido, pero eso era lo que las hacía especiales.

Los debates políticos disminuyeron, pues ya no me hacía tanta ilusión solucionar los conflictos de otros; los míos me parecían mucho más importantes.



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