Nada es suficiente by Lydia Carreras

Nada es suficiente by Lydia Carreras

autor:Lydia Carreras
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789871997268
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Argentina
publicado: 2017-01-29T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 24

Para el esperado feriado largo de agosto, uno de los chicos tiró una sugerencia. Un hermano suyo que trabajaba en una empresa de turismo estaba promocionando unos viajes cortos a Buenos Aires, que incluían paseos por el Tigre, San Telmo, el teatro Colón, el café Tortoni y algunos puntos que podían interesarles. Podían llevar un adulto con pasaje liberado y había un guía, un coordinador y buen alojamiento. ¿Qué tal si se tomaban esos cuatro días? La idea prendió enseguida.

—¡¿Otra vez con un viaje?! —estalló Javier—. Pero ¿qué es esto?

Estaban sentados en el bar donde habían tomado el primer café.

—Javier, es quinto año y se nos arruinó el viaje a Bariloche.

—Mirá vos qué desgracia. Se suspende el viaje a Bariloche y los niños se arman inmediatamente otro. ¿Podemos aflojar con este asunto? ¡¿Qué son?! ¡¿Peter Pan?! ¿No hay nadie que los baje a tierra? ¿Querés vivir viajando, vos?

Daniela retrocedió. Físicamente retrocedió en su silla. Tanto enojo, tanto discurso repentino le quitó argumentos. La paralizó.

—Yo no vivo viajando —se defendió, al borde de las lágrimas.

—Sí, porque estoy yo para frenarte. ¡Por eso!

—Calmate, ¿querés?

—Sí. Primero Estados Unidos, después Bariloche y ahora esto. ¿Con quién me puse de novio? ¿Con una azafata? ¡Y no me lloriquees, porque estoy hasta acá de lágrimas!

Ella sintió la mirada del muchacho que atendía el mostrador y vio que un mozo recibía una señal. Se levantó muerta de vergüenza y caminó hacia la salida. En la puerta la alcanzó Javier, sin aliento.

—Perdón, perdón… —murmuró.

—No me hagas esto nunca más —dijo dura—. Soltame.

—Entendeme, me muero si no estoy con vos… Perdón, en serio.

—Soltame, por favor, me estás apretando. ¡Nos están mirando!

Él, con lentitud, abrió los dedos y retiró las manos para dejarla salir. Una vez en la calle volvió a rogar:

—Discúlpame, a veces no me doy cuenta de la fuerza.

—Quiero decirte esto —dijo Daniela, calmada de pronto—. Vos a mí no me frenás nada.

—No quise decir eso…

—Pero lo dijiste. Mis viejos me dan el permiso y la plata.

—¿Y yo no cuento?

—Sí contás, pero no tiene nada que ver. Te estás desubicando —Javier estiró el brazo hacia ella—. ¡No me toques, te dije! Te estoy hablando de cuatro días a Buenos Aires. ¿Cuatro días tampoco podés respirar sin mí? Lo de visitar a Anne lo entendí y me quedé, lo de los celos por Bariloche lo entendí, pero me parece que ahora estás derrapando.

—¿Por qué me hablás de Anne? Eso ya pasó, amor —amagó con abrazarla.

—¿Ya pasó? ¡No me toques! ¿Cómo que ya pasó? Entonces, vos nunca te diste cuenta de nada. ¡Me voy! Y no estaba lloriqueando, ¿entendés? Me levanté porque nos estaba mirando el mozo. A mí no me gusta pasar vergüenza. Y si estás harto, ya sabés lo que podés hacer. Andate y no vuelvas nunca más.

Javier no esperaba a esta Daniela, que cruzó la calle sin mirar atrás. Corrió detrás de ella.

—Esperá que te llevo, amor.

—Dejame. Ahí viene un taxi —cortó Daniela, haciéndole señas al coche.

Pasaron tres días sin hablarse y sin verse. Durante ese



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.