Memorias del Viejo Diciembre by Beatriz Concha

Memorias del Viejo Diciembre by Beatriz Concha

autor:Beatriz Concha [Concha, Beatriz]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Zig-Zag
publicado: 2016-09-15T00:00:00+00:00


5

La mañana del 24 de diciembre, Matías recibió la tarjeta y la carta llenas de amor que le enviaban sus padres, desde Nueva York; le anunciaban, además, una remesa extraordinaria como regalo de Navidad. La profunda añoranza del hogar sobrecogió el ya abatido ánimo del muchacho y, como nunca hasta entonces, tuvo necesidad de la reconfortante presencia familiar. Metido, como había estado, en la historia de la obra de teatro y en el organillo, durante meses no les había escrito más de dos líneas a la rápida y ni siquiera recordó que la Navidad se aproximaba. ¿De dónde sacar ahora dinero para una tarjeta telefónica? Mientras no pagara sus deudas, pocas pero agobiantes, las posibilidades de crédito eran nulas. Deprimido, decidió refrescarse con una ducha para luego salir a caminar un rato. Al pasar junto al rellano de la escalera encontró al viejo organillo, abandonado allí durante días. Una idea luminosa emergió entre las sombras de su espíritu: Ya que nada podía hacer para remediar la situación presente ¿por qué aceptar la frustración y perder la entrega de casi todo el año a un bello trabajo? ¿Por qué no regalar esta belleza en las calles, precisamente ahora, en vísperas de Navidad?

–¡Andando, mi viejo! ¡Serás el organillo de Navidad! –Y olvidándose de su estómago vacío, pleno del generoso entusiasmo que en la juventud se expresa con alegría y humor, sacó el organillo a la callejuela y allí mismo hizo girar la manivela.

Las notas del primer pasillo comenzaron a brotar, y enlazadas unas con otras se esparcieron por el aire, penetraron puertas y ventanas, se introdujeron en los oídos de transeúntes, niños y habitantes, e irrumpieron en los corazones con toda su nostálgica belleza. Al finalizar la primera melodía, un grupo de gente, silenciosa y atenta como los pájaros cuando escuchan y no cantan, hacía corro alrededor de Matías y su organillo. El silencio fue interrumpido por una preciosa muchacha que salió de una de las casas y se abrió paso en el círculo, pidiendo con voz alterada:

–Por favor, por favor, aquí tiene, tome; toque otra, por favor –y estiraba su mano para entregar un apañuscado billete de mil pesos. En ese instante, una explosión de gritos y monedas, provenientes de todas las ventanas, acalló la voz de la joven para pedir lo mismo:

–¡Otra, otra, otra!

Los niños recogían solícitos las monedas y se las entregaban a Matías, el que dio inicio al segundo pasillo, observando por qué puerta entraría la muchacha que se alejaba presurosa. Uno tras otro fueron interpretados los cuatro pasillos, y una lluvia de aplausos y monedas premiaron cada vez la ejecución. Contentos con el éxito, Matías y su organillo se alejaron en busca de otros barrios, mientras en la callejuela el corro se dispersaba llevando, cada cual en su corazón, una inefable sensación de amor, esperanza y belleza. Hasta las siete de la tarde recorrió Matías las calles del viejo Santiago, entre Matucana y Manuel Rodríguez, Moneda y Santo Domingo.

Al regresar a su pensión hizo un arqueo de caja: había reunido un total de treinta y siete mil cuatrocientos ochenta y cinco pesos.



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