Los osos que bailan by Witold Szablowski

Los osos que bailan by Witold Szablowski

autor:Witold Szablowski [Witold Szablowski]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788412030020
editor: Capitan Swing
publicado: 2019-08-17T05:00:00+00:00


EL CASERO: EL TIEMPO SE PAGA

Un día, en Matanzas, una joya turística situada a orillas del río del mismo nombre, cuando estaba desayunando en la casa donde me alojaba, apareció una joven vestida de manera llamativa. Tendría unos diecisiete años. La había atraído el coche con la matrícula roja. Empezó a contarme que su abuela estaba gravemente enferma y que tenía que llevarla urgentemente a verla. Yo estaba dispuesto a ayudar, empecé a ponerme los zapatos.

Me lo impidió el casero.

—Te habría pedido que la llevaras de aquí para allá a la espera de que acabara pasando algo entre ustedes —me explicó más tarde—. Hubiera pasado o no, habrías tenido que darle algún dinero. Por el tiempo que pasaron juntos. Aquí hay mucha gente que intenta ganarse algo de esa manera.

El ejemplo de cómo sacar dinero a los extranjeros viene de lo más alto. Fidel vivió durante años de los rublos soviéticos. Cuando cayó la Unión Soviética, encontró un nuevo mecenas: el venezolano Hugo Chávez.

Volker Skierka, biógrafo alemán de Fidel, cita la siguiente anécdota: «El nombre de Fidel Castro apareció por primera vez en las actas de la Casa Blanca en 1940. Un alumno de doce años de un colegio jesuita de Santiago de Cuba envió una carta de tres folios al presidente Franklin D. Roosevelt felicitándole por su reelección. Antes de estampar su descarada firma, el autor pedía un favor personal: “Si puedes, mándame un billete verde de diez dólares, porque no he visto nunca ninguno y me gustaría tener uno de esos billetes”. Castro no recibió ninguna respuesta del presidente, solo una nota de agradecimiento del Departamento de Estado. No iba acompañada de ningún billete. Nadie podía imaginarse en aquel momento que ese niño, de adulto, confiscaría todas las propiedades estadounidenses en Cuba».

—Confiscó también todas las propiedades de los cubanos. Por eso ellos, ahora, les «confiscan» lo que pueden a los turistas. Es una forma de justicia histórica —se ríe el empleado residente de una agencia de viajes destinado en Cuba.



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