Las mujeres Weyward by Emilia Hart

Las mujeres Weyward by Emilia Hart

autor:Emilia Hart [Hart, Emilia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-21T00:00:00+00:00


* * *

Al día siguiente, el fiscal llamó a William Metcalfe. Los años no habían tratado con amabilidad al hombre que recorrió la sala para tomar asiento en el estrado. El tiempo y la pena habían provocado profundos surcos en su rostro. El pelo le colgaba en mechones sobre la frente. Sentí que me observaba fijamente al hacer el juramento, el odio en su mirada era una marca sobre mi piel.

El fiscal se alisó la ropa antes de empezar el interrogatorio. Me pregunté si sería el último testigo. Su última oportunidad de demostrar mi culpabilidad.

—Señor Metcalfe —dijo—. ¿Podría informar al tribunal quién fue el primero en denunciar a la acusada de brujería?

—Fui yo.

—¿Por qué?

—Porque mató a mi yerno, señor.

—¿Presenció usted la muerte de su yerno, señor Metcalfe?

—No.

—Entonces, ¿cómo puede estar tan convencido de la culpabilidad de la acusada?

—Por lo que sucedió antes.

—¿Qué sucedió antes?

—Mató a mi esposa.

Con la mirada busqué a Grace en los bancos. Ojalá la capa blanca se girara para que pudiese verle la cara. Para que pudiese ver alguna señal, por pequeña que fuera, de que todavía no creía a su padre después de tantos años. Después de todo.

—Señor Metcalfe, ¿es capaz de relatarle al tribunal la muerte de su esposa y la participación de la acusada en dicha muerte?

Cuando Metcalfe tomó la palabra de nuevo, su voz había cambiado. El fuego había desaparecido, las palabras crepitaban con el dolor.

—Mi esposa, Anna, enfermó de escarlatina. Fue hace ocho años. Grace tan solo tenía trece. El doctor Smythson se presentó en nuestra casa y le aplicó algunas sanguijuelas. Pero Anna no mejoró. Yo habría llamado de nuevo al doctor, pero una noche Grace se escabulló. Volvió con la acusada y con su madre. En esa época, era… amiga de la acusada.

Se detuvo. No quise mirarlo a los ojos. Escruté la sala de vistas en busca de otra cosa en la que concentrarme. En el banquillo de los acusados ya no quedaba ni rastro de la telaraña. Me pregunté si alguien la habría limpiado.

Una mosca revoloteaba sobre los bancos. Clavé en ella la mirada mientras William Metcalfe proseguía.

—Por aquel entonces, la madre de Altha, Jennet, era conocida en Crows Beck por sus habilidades sanadoras. Y habida cuenta de que las niñas se llevaban muy bien… En fin, es comprensible por qué Grace consideró oportuno ir a buscarlas. Tan solo intentaba salvar a su madre. Lo primero que hizo Jennet al llegar fue quitarle las sanguijuelas a mi Anna. Y luego prometió que podría salvarla. Pero le dio algo, un brebaje dañino, y entonces mi Anna…

Metcalfe hizo una pausa, temblando. Se llevó una mano al cuello, y recordé la cadena de cuentas que lo vi aferrar con el puño la noche en que murió su esposa. Más tarde entendí que se trataba de un rosario, que la familia de Grace era papista.

Recordé el miedo que desprendían sus ojos cuando lo sorprendimos rezando. Quizá le preocupó que fuéramos a pregonar sus creencias. O quizá yo quería encontrar otro motivo para el



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