Las huellas del conquistador by José Luis Pérez Regueira

Las huellas del conquistador by José Luis Pérez Regueira

autor:José Luis Pérez Regueira [Pérez Regueira, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T00:00:00+00:00


XII

LA DIADEMA DE SINTRA

Los detalles y consejos del conde de Puñonrostro fueron precisos: la negociación con el rey de Portugal debía llevarse en el mayor de los secretos y era obligado recuperar la carga de la nao Santa Lucia e impedir que llegara a Flandes. El propio conde se jugaba mucho de su prestigio y la consideración que se le tenía entre la nobleza española si no conseguía obstaculizar que el apetecido cargamento llegara a manos de los banqueros flamencos, que habían sobornado a consejeros del monarca portugués y organizado la leva de la tripulación que entretuvo el amotinamiento durante la travesía del Atlántico, antes de que la maltrecha nave tomara un puerto abrigado por el pendón del rey de Portugal.

Afortunadamente, los marinos leales a la Corona de España eran suficientes y bragados para evitar que los piratas se adueñaran del navío y lo llevaran hasta un abra recóndito en Flandes, descargaran el tesoro y hundieran el barco para limpiar todo rastro de su robo. La lucha a bordo había resultado pertinaz e incierta. Los graves daños en el buque obligaron a recalar en las Azores cuando el maderámen iba descuartizado, la arboladura deshecha y varias vías de agua hacían inevitable el naufragio. Sin contratos, cartas o recomendaciones a bordo, perdidos en la contienda, la disputa entre los dos bandos se sometió a la jurisdicción del rey luso. Un plan de corsarios había fallado, pero comenzó un intrincado juego político.

—Cuando se vino a pique su plan para piratear la nao, los flamencos apostaron por la diplomacia para congraciarse el favor del emperador Carlos.

Puñonrostro habló a De Soto en medio del amplio patio, rodeado de un trabajado alizar, con una refrescante fuente tapizada con azulejos de Triana en su centro y enmarcado en el verdor de las aspidistras que adornaban el corredor de la planta baja de la vivienda sevillana del héroe del Perú.

—Están decididos a eliminar por cualquier medio toda influencia española del entorno privado del César Carlos y la Santa Lucia les da la oportunidad de demostrar a Su Majestad que nadie mejor que los flamencos para negociar la devolución de uno de los mayores cargamentos que jamás llegaron de las Indias. Fracasado su robo, pero con ellos al mando de la operación y sin fiscal alguno, la mayor parte de la carga llegaría, de una u otra forma, a sus manos. Las riquezas personales de varios de los allegados al Rey aumentarían y una parte de las mismas irían al pago de burócratas fieles y espías castellanos. Si acaparasen tal dominio en la corte, convertirían el conflicto en Europa en la única atención real, que demandaría más y más oro de las Indias para sostener la campaña. Aquellas lejanas tierras de Indias serían solamente una mina a expoliar, nunca un modelo de colonia por y para los españoles.

—Y ¿qué puedo hacer yo, señor?

—Vos, Hernando, sois uno de los soldados más respetados de la nación. El pueblo habla de vuestras hazañas en el Perú y se maravilla de vuestra gran fortuna, obra, sin duda, de vuestro valor y audacia.



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