Después del beso by Kathleen E. Woodiwiss

Después del beso by Kathleen E. Woodiwiss

autor:Kathleen E. Woodiwiss [Woodiwiss, Kathleen E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1996-06-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 3

Dos hombres altos vestidos de negro caminaban por la callejuela hasta que llegaron a una esquina del edificio que estaba al otro lado de la calle, frente al del viejo almacén de Milburn. Una vez allí, protegidos por la oscuridad, los dos hombres observaron a los centinelas que estaban de guardia en el almacén. Varias linternas iluminaban la zona frente al edificio y mientras los vigilantes hacían su ronda, los dos hombres intercambiaron unas palabras antes de trasladarse a los extremos opuestos. Una vez allí, se detuvieron y volvieron sobre sus pasos.

Un hombre corpulento y de anchas espaldas se reunió con los otros dos que permanecían ocultos y, con un gruñido malhumorado, puso el gato con el bozal en brazos del que tenía más cerca.

—¡Aquí está!, —dijo siseando el sheriff Rhys Townsend—. Como esta maldita idea ha sido vuestra, os cedo el divino privilegio de sostener a esta bestia infernal. Me ha dejado todas estas marcas de uñas en los brazos y mi mujer se preguntará con qué gata me he acostado. Todavía no hemos estado casados el tiempo suficiente para tener la primera pelea. Además, parece que vosotros dos vais a necesitar a este gato salvaje más que Farrell y yo.

Jeff, con una sonrisa, apretó en sus brazos al gato y, casi de inmediato, Felix se tranquilizó al reconocer a su amigo. Y cuando Jeff lo rascó detrás de la oreja y le acarició el lomo, el animal empezó a ronronear con deleite.

El repentino cambio de humor de Felix provocó un resoplido en el sheriff.

—Intenté hacer lo mismo, tal como me dijiste —dijo Rhus Townsend con un murmullo—, pero este intratable animal se negó a recordar sus buenos modales.

Brandon se puso una mano en la boca para disimular su regocijo. Era un hecho conocido que al gigantesco sheriff le gustaban tanto los gatos como las serpientes venenosas.

—No te excuses, Rhys —murmuró con una sonrisa—. Comprendemos que te asusten los gatos y no quieras tenerlos cerca. El problema, tal como lo veo, es que Felix también lo sabe.

Townsend lo miró con expresión dura y exasperada.

—¡Pues tú no te has arrimado a esta criatura!

Brandon levantó las manos como protesta de su inocencia.

—¿Y qué puedo hacer si me gustan más los perros?

—Humm. Nadie me hará creer que Jeff Birmingham prefiere a los gatos —comentó el sheriff—. No después de haber visto a todos esos sabuesos rondando por Oakley.

—Jeff habría tenido un parque zoológico en casa si mamá lo hubiera dejado —dijo Brandon sonriendo.

—¿Qué has visto en la parte de atrás?, —preguntó Jeff al representante de la ley, volviendo al asunto por el que se encontraban allí.

—Dos vigilantes, lo mismo que aquí, pero la zona no está tan bien iluminada, así es que tendremos ventaja. Farrel me ha dicho que puede quedarse en la esquina del extremo sin ser visto y ocuparse del vigilante que esté más cerca de él cuando haga su ronda. Yo me ocuparé del otro al mismo tiempo. ¿Qué haréis vosotros dos?

—En cuanto Felix llame la atención de los vigilantes, Brandon y yo nos ocuparemos de esos dos.



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