Las aventuras de Amina Al-Sirafi by Shannon Chakraborty

Las aventuras de Amina Al-Sirafi by Shannon Chakraborty

autor:Shannon Chakraborty [Shannon Chakraborty]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2023-08-28T22:00:00+00:00


Una decisión desafortunada por culpa de la codicia

La mañana posterior a mi boda con Raksh, en cuanto abrí los ojos y vi que a mi nuevo marido le habían salido colmillos, salté de la cama, tropecé con las sábanas y me caí al suelo. Sin embargo, seguía siendo joven y ágil, me recuperé rápidamente y corrí hasta la puerta sin preocuparme por mi desnudez. Agarré el pomo.

Se convirtió en cenizas bajo mis dedos y el resto de la puerta se derritió. Jadeé, pero ver desaparecer como por encanto mi única vía de escape me volvió todavía más desesperada, así que recurrí enseguida a golpear la pared con los puños.

—¡Ayuda! —grité—. ¡Dalila! ¡Asif! ¡Maj…!

Raksh me agarró por la cintura y colocó su mano abrasadora sobre mi boca.

—Deja de gritar —imploró—. Mi cabeza me está matando.

Me retorcí en sus brazos intentando despertar de esa pesadilla, pero era como luchar contra un hombre de piedra. Detrás de los dedos azules que me presionaban el rostro, vi de repente nuestro contrato de matrimonio. Entre todo el desastre de habitación, de ropa, de toneles de vino de palma y sábanas esparcidas por ahí, era lo único que había sido cuidadosamente colocado sobre una mesa de madera.

En la parte inferior estaba mi firma.

Raksh me soltó y me derrumbé en el suelo. Por primera vez en años, lloré. Había hecho muchas cosas horribles siendo nakhudha del Marawati. Había matado y había robado. Había apostado, me había emborrachado y había puesto a prueba los límites del adulterio —a menudo haciendo las tres cosas en una sola noche— y había olvidado despertarme a la hora del fayr para rezar por el perdón. En resumen, tenía ya mil cosas por las que iba a necesitar expiación.

Pero esto, esto…

—Ay, Dios… —Dejé caer la cabeza en mis manos. No podía mirar a Raksh, emanaba un aire acre que olía a infierno futuro—. Estoy condenada. He fornicado con un demonio. He perdido el alma y arderé durante mil…

—¿El contrato era por tu alma? —Raksh sonaba confuso por la resaca, si es que las bestias azules podían tener resaca. Dejé escapar otro sollozo y suspiró irritado—. ¿Quieres dejar de llorar? Haces mucho ruido.

Dio un paso hacia atrás sacudiéndose como un perro que intenta secarse. Su apariencia diabólica se desvaneció dando paso al hombre que había conocido la noche anterior, aunque no del todo. El tono azulado que se adhería a él podía haber sido un truco de luz, las trenzas de color del cuervo y las pecas que le moteaban la piel eran tanto sombras como realidad. El rojo moteado de plata que delineaba ahora sus desaparecidos colmillos podría haber pasado por un pobre trabajo con la henna.

Raksh se estremeció.

—No suelo perder mi apariencia durante la noche. Lo que sea que esa gente le eche a su vino de palma… guau. Llevaba siglos sin probar un brebaje tan feroz.

¿Siglos? Lo miré entre las lágrimas.

—¿Qué eres? ¿Eres una especie de djinn?

—No, un djinn no. Aunque es un poco complicado de explicar, vuestros idiomas ya no tienen una palabra para lo que soy.



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