El Comienzo: Las Tierras de la Eternidad I (Spanish Edition) by Kenji Wolfman

El Comienzo: Las Tierras de la Eternidad I (Spanish Edition) by Kenji Wolfman

autor:Kenji Wolfman [Wolfman, Kenji]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2021-09-11T22:00:00+00:00


Capítulo XII

La isla de las brumas

Transcurrió la noche, tranquila y leve. Los ruidos de la arboleda, mezclados con el sonido de los animales y el viento hacían que el descanso de una sola velada nocturna fuese más reparador que una semana de sueño normal. Los rayos del astro solar se empezaban a filtrar entre las hojas de los árboles dejando haces de luz por toda la ciudad. Los habitantes se despertaban despacio haciendo que la calma reinante se disipase por momentos, dando paso al bullicio y la algarabía del día anterior.

Kenji se levantó del camastro de madera y cuero en el que estaba tumbado. Se vistió lo más deprisa posible, quería respirar el aire limpio de la mañana en el bosque del dios ciervo. Salió de la habitación, que compartía con Ryoko, hacia el exterior de la casa. Una vez fuera, vio el espléndido día que les deparaba sin darse cuenta de que, a su derecha, sentado sobre un banco pegado a la pared de la casa, estaba Shika. Miraba con ilusión como el joven absorbía cada bocanada de aire puro, como si respirase por primera vez en toda su vida.

—Buenos días joven lobo, ¿has descansado? —preguntó el dios haciendo que el adolescente japonés se sobresaltase y mirara hacia su interlocutor.

—Buenos días Shika, me has asustado. No creía que nadie de la casa estuviera levantado. He dormido bien, gracias —contestó Kenji con toda la educación posible, teniendo en cuenta que estaba en presencia de uno de los dioses regentes de las Tierras de la Eternidad.

—Perdón no era mi intención sobresaltarte, estaba viendo como disfrutabas del aire y quise saludar —dijo el Ciervo con cara de tristeza. Kenji lo notó, sin poder evitar preocuparse por él.

—¿Qué es lo que te preocupa? Te veo cabizbajo —preguntó sin rodeos de ninguna clase.

—No sé si debería comentarlo con alguien tan joven como tú. Pero sé que si no lo saco de mi interior profundizará hasta convertirme en una sombra errante en el mundo —Shika levantó la cabeza hacia las ramas más altas en silencio, antes de iniciar de nuevo la conversación—. Como sabes Neko y yo compartimos una de mis madres Seiryu la diosa del agua, señora de la Isla de las Brumas o como los humanos la conocen la Dama del Lago. Pues bien, hace más de mil años cuando encerró a Taka en el Gran Roble, decidió que era la hora de ir en busca del dios menor que había causado tanto daño entre los seres de este plano. Nos prohibió que la siguiésemos para darle apoyo en su viaje al Mundo de los Hombres, dejándonos como responsables de que nadie más entrase ni saliese de su portal. Pasaron los siglos, Neko estaba cada vez más ocupada restaurando la paz en las tierras de Vaél y yo, en el bosque. Visitaba el portal de la isla de mi madre de vez en cuando, asegurándome de que nadie había transgredido la norma de paso. Entonces llegó el último día que fui. El portal



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