La mirada vaciada by Paqui Bernal

La mirada vaciada by Paqui Bernal

autor:Paqui Bernal
La lengua: eng
Format: epub
editor: Nova Casa Editorial
publicado: 2021-04-18T10:28:27+00:00


* * *

66 Una pérdida de tiempo absoluta.

67 Me sentí raro.

68 ...., cariño. Te quiero tanto, Sammy.

69 Buen chico. Hiciste tus deberes.

19

Finales de abril

El balcón de la primera planta del hotel se asomaba a un impresionante acantilado. Hacia el horizonte, el azul turquesa del agua se apretujaba y acababa venciendo a su transparencia. En la base del desfiladero, se abrían dos arcos profundos en la roca. Encima, una pelusa alargada de pequeños arbustos cubría la tierra, por lo demás pelada, como un primitivo rostro cejijunto que emergiese del mar. Le di al play.

«Here I am, Sam».70 Estoy aquí en Cerdeña, sin ti, no sabes cómo te añoro. Lástima que tengas esos exámenes. Pero tú podrás ver esta pasada de paisaje a través de mis ojos, y hasta oír el graznido de estas descomunales gaviotas. En cuanto grabe el vídeo te lo envío por mail. ¿Has visto la boca de aquellas cuevas? ¿Piensas lo mismo que yo? Ahora mismo podríamos estar haciendo el amor adentro como posesos, o entre esos arbustos de romero que crecen sobre las grutas. ¿Los hueles? «Just thinking arouses me».71 Estoy sudando, supongo que es el calor. Es el calor, no te rías, Sam.

Te desabrocharía la blusa, aquella roja de viscosa transparente que alguna vez te has puesto, y subiría por tu cuello con la punta de la lengua y recorrería el contorno de tu barbilla. «Sa-meen-tha, mint», dientes de menta. Nos desnudaríamos y echaríamos la ropa en un montón. Si hubiese algún mirón alrededor nos convertiría en el centro del universo. Solo importamos nosotros, que les den.

Luego acariciaría tu sexo húmedo. Y al acabar, te subirías sobre mí y te mecerías, en pequeños círculos, lentamente, dándome a lamer las yemas de tus dedos. Entonces me harías chuparlos hasta los nudillos, y yo te acariciaría toda, con los rayos del sol poniente cálidos sobre tu espalda.

Mira, hay un velero anclado en la cala. Los tripulantes están tomándose una copa. Si tú estuvieses aquí, los saludaríamos, compartiríamos nuestro placer con ellos, ¿por qué no? Pero el placer nos devolvería a nosotros mismos y, de pronto, mis manos perderían tus pezones brunos con las sacudidas de mi deleite. Te arrastraría hacia mí, «with your love handles»,72 me encanta esa frase hecha. Dejarías colgar tu cabellera arqueándote hacia atrás, buscando el punto exacto, ese que te quema. Y temblarías una vez más. Y otra. «A creature born for pleasure».73 Eso es lo que eres, una diosa del amor. Eso eres para mí, Sam.

Fíjate. Un cormorán se acaba de lanzar al agua y ha salido al instante sacudiéndose las gotas de sus alas, con una dorada agitándose en su pico.

Voy a cortar, tengo prisa por que veas todo esto. Y más tarde lo apuntaré en el diario.

—¿Con quién hablas, Pablo? ¿Estás grabando el acantilado?

—Ya no.

Vaya susto que me había dado mi madre. Parecía omnipresente.

—¿Hay wi fi en el hotel?

—Claro. Toma la llave de mi habitación. 312, ¿te acuerdas? ¿Me traerás el móvil cuando vuelvas? Pero espera,



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