EL HOMBRE DEL AGUJERO by El hombre del agujero

EL HOMBRE DEL AGUJERO by El hombre del agujero

autor:El hombre del agujero [agujero, El hombre del]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Una semana después de aquel episodio, todos en la base se referían a Lear llamándole «El hombre del agujero». Se le consideraba un hombre que tenía un agujero negro entre ambos oídos.

Yo no había encontrado nada que fuese precisamente cómico en lo que él me narrara sobre aquel asunto. La rica variedad del universo... Sin embargo, cuando Childrey hablaba del agujero negro en la caja de no sé qué estudiada por Lear, hacía realmente reír a cualquiera.

Será preciso tener en cuenta algo importante: Childrey no había echado en saco roto lo que dijera Lear. No tenía nada de tonto. Simplemente creía que Lear estaba chalado y le gustaba reír a su costa.

Entretanto, nuestro trabajo seguía adelante.

Sobre la superficie de Marte habían hondonadas cubiertas de polvo finísimo. Un material fascinador que, de tan tenue, se movía como un aceite viscoso. Llegaba hasta las rodillas, en general. Atravesar esas zonas no era peligroso; pero, como resultaba fatigante, lo evitábamos. Cierta vez Brace se metió en la hondonada más cercana a la base y comenzó a introducir la mano bajo el polvillo. Decía tener una corazonada. Al volver a la base llevaba consigo unos recipientes erosionados que parecían hechos de algún material plástico. Los extraterrestres, por lo que se veía, usaron aquello para tirar su basura mientras permanecieron en la base.

Al analizar los hallazgos químicamente tuvimos poca fortuna. El material de que estaban hechos era prácticamente indestructible. Supimos algo más sobre la química de uso entre aquellos seres, aunque no mucho.

En cuanto al resto, pudimos localizar algo en las huellas que dejaran sobre los bancos y también en el gran lecho común. Dichas huellas contenían la mayor parte de los componentes del protoplasma; pero Arsvey no pudo encontrar señales de DNA, lo cual, según él, no era de extrañar. Tendrían que haber otras moléculas orgánicas que explicaran su código genético.

Los extraterrestres habían dejado tras de sí varios volúmenes con notas, escritas con caracteres que, naturalmente, eran indescifrables; pero, al estudiar las fotografías y los diagramas, nos llevamos la gran sorpresa. Muchas de aquellas notas se referían a temas antropológicos.

Aquellos seres habían llevado a cabo un estudio detallado de la tierra durante la primera era glacial.

Ninguno de nosotros era antropólogo, lo cual era una verdadera desventaja. Por ejemplo, no pudimos averiguar si habían encontrado algo insólito. Lo único que pudimos hacer fue fotografiar todo el material encontrado y radiarlo al Lowell. Algo era seguro: los extraterrestres se habían marchado de aquel lugar hacía muchísimos años, dejando en funcionamiento sus sistemas de luz y de aireación y el comunicador en condiciones de enviar ondas.

Pero, ¿para quiénes? ¿Para nosotros? ¿Para otros?

Había otra posibilidad. Acaso la base hubiese permanecido sin funcionar durante unos seiscientos mil años, para ponerse nuevamente en marcha cuando, mediante algún detector, advertía que algo se aproximaba a Marte. Pero Lear no creía en esa posibilidad.

–Si la energía hubiese sido interrumpida en el comunicador –sostuvo – la masa ya no se encontraría aquí. Los campos energéticos han de funcionar de manera continua si se desea que la base permanezca donde está.



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