La hija de Robert Poste by Stella Gibbons

La hija de Robert Poste by Stella Gibbons

autor:Stella Gibbons
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Humor, Narrativa
ISBN: 978-84-937601-3-7
publicado: 2110-01-31T16:00:00+00:00


Capítulo 12

Pocos días después, Claud Hart-Harris escribió desde su casa en Chiswick Mali, en respuesta a la carta que Flora le había enviado. Efectivamente, Claud conocía a los Hawk-Monitor. El padre había muerto; la madre era una encantadora viejecita que se pasaba los días consagrada al Nuevo Conocimiento,↵ con el que se entretenía una barbaridad. Tenía un hijo que era largo de vista y corto de entendederas, y una hija bastante avispada llamada Joan. Claud pensaba que podría conseguir invitaciones para Flora, ya que estaba tan empeñada en ello. ¿No sería una fiesta aburridísima? Bueno, bueno: si realmente quería ir, le escribiría a la señora Hawk-Monitor y le diría que una amiga suya vivía en el exilio, en una granja en Howling, y que le encantaría ir al baile y llevar consigo a una primita suya, muy joven, y a dos jóvenes caballeros. Él, Claud, estaría encantado de acompañar a Flora, pero, francamente, lo de Seth sonaba un poco demasiado rural. ¿Era obligatorio que ese joven acudiera?

—Rural o no, eso es lo que hay —dijo claramente Flora, con su aflautada voz, a cincuenta millas de distancia. (Flora pensó que lo mejor sería responder a la carta con una llamada telefónica, pues estaba deseosa de dejar el asunto solucionado cuanto antes.)—. Es lo único que hemos podido encontrar, a menos que se lo pidamos a ese señor Mybug del que ya te he hablado. No me gustaría contar con él en absoluto, Claud. Ya sabes cómo se comportan esos malditos intelectuales cuando los llevas a los bailes.

Claud giró el dial del televisor y se entretuvo estudiando el rostro amable y pensativo de Flora. Tenía la mirada baja y la boca se retorcía en una mueca, preocupada como estaba en el grave asunto de arreglarle el futuro a Elfine. Claud imaginó que Flora estaría trazando un dibujo con la puntera de su zapato. Ella no podía verlo a él, porque los teléfonos públicos del pueblo no estaban acondicionados con cámaras de televisión.

—Oh, sí, claro, desde luego, lo último que necesitamos es una conversación inteligente —dijo Claud aparentando aplomo—. Creo que podremos prescindir de ese Mybug. Muy bien, entonces escribiré a la señora Hawk-Monitor hoy mismo, y te diré algo en cuanto tenga noticias. Aunque tal vez sería mejor pedirle que te envíe las invitaciones directamente a ti, ¿no?

Y así quedó acordado.

Flora salió de la oficina de correos de Beershorn y, al enfrentarse al sol, se sintió un poco avergonzada por la desfachatez de sus planes. Claud había dicho que la señora Hawk-Monitor era un encanto. Flora estaba planeando encasquetar a Elfine al único hijo de aquella encantadora mujer. Por mucho que se esforzó, su mente se negaba a presentarle una imagen de la señora Hawk-Monitor tributándole un alegre recibimiento a Elfine en calidad de nuera. La señora Hawk-Monitor podía ser todo lo aficionada que quisiera a lo del Nuevo Conocimiento, pero Flora estaba segura de que se convertiría en una mujer más bien práctica cuando se tratara de considerar la posibilidad de escoger una esposa para Richard.



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