La Familia by Naomi Krupitsky

autor:Naomi Krupitsky [Naomi Krupitsky]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788425362958
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-12-27T00:00:00+00:00

El primero de julio de 1942, tal y como siempre hace el primer viernes de cada mes, Joey Colicchio se viste con su traje más sencillo y más caro. Se afeita, aunque sea por la tarde y ya se hubiera afeitado de buena mañana. Inhala el aroma a menta de la loción y se observa los dientes por si ha quedado entre ellos alguna semilla de amapola. Se palpa el bolsillo de la pechera y nota el sobre para los Fianzo, y se seca las manos en los pantalones antes de salir de casa.

Fuera, en la acera, lo espera un paciente Saul. Tiene la expresión tranquila, y esa es una de las cosas que Joey aprecia más de él. Esa calma que ya observó en la bulliciosa cafetería el día que lo contrató y que se mantiene ahora, cuando va vestido con manga larga y pantalones de traje en una tarde de julio.

—Gracias por acompañarme —dice Joey antes de darle un beso en cada mejilla.

Juntos suben al coche que los esperaba, que está aparcado sobre la acera delante del edificio donde vive Joey. Saul no pregunta por qué; esa es otra cosa que Joey aprecia de él. Saul confía en que ya aprenderá lo que necesite saber cuando llegue el momento oportuno.

Joey hace los diez minutos del trayecto hasta el mar en silencio. El chófer es un viejo socio: alguien a quien recuerda desde que empezó a tratar a los Fianzo. Recuerda haber estado con este hombre a las puertas de un edificio en ruinas al fondo del Bowery, con los labios apretados y sin establecer el menor contacto visual, mientras Tommy Fianzo salía de una reunión. Joey se acuerda de que tardó más de lo esperado, pero no lo suficiente para que él y el otro individuo tuvieran que entrar a buscarlo. Tommy había salido por la puerta con una amplia sonrisa en la cara y una media luna de sangre que manaba de un corte en la mejilla; tenía las manos manchadas de rojo. Le había tendido a Joey un pañuelo ensangrentado y le había dicho «Andiamo», en tono alegre, y los tres habían girado a la izquierda y habían caminado hacia el sur a por ostras, a por una fondue de chocolate servida por mujeres de ojos estrellados y piel nublada, a por el consumo alegre y extático de todo lo que estaba a su alcance. Creación y destrucción: vivían en la frontera; jugaban con chispas en habitaciones llenas de pólvora. Tommy Fianzo, sonriendo como un loco mientras le sangraba la mejilla, mientras la adrenalina los encendía a los tres, mientras el sol se ponía, tiñendo de sangre el Hudson.

Joey prueba el recuerdo de esa avidez salvaje en la lengua cuando el coche llega al final de los muelles. Hace un gesto hacia el chófer por el espejo retrovisor, abre la puerta y exhala contra el aire húmedo de verano. Saul lo sigue.

Se alejan del río, donde hay hombres que cargan trozos de plomo, placas de madera, sacos de asfalto; algunas van a parar a una furgoneta y otras se las llevan.

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