La decadencia de Occidente II by Oswald Spengler

La decadencia de Occidente II by Oswald Spengler

autor:Oswald Spengler [Spengler, Oswald]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1922-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO V

EL ESTADO

EL PROBLEMA DE LAS CLASES: NOBLEZA Y CLASE SACERDOTAL

1[58]

Inescrutable arcano de esas fluctuaciones cósmicas, que llamamos vida, es su separación en dos sexos. Ya en las corrientes de la existencia del mundo vegetal, adheridas al suelo, hay una tendencia a la separación, como muestra el símbolo del florecimiento: algo que es la existencia misma y algo que la conserva. Los animales son libres, pequeños mundos dentro del mundo mayor; son elementos cósmicos que, cerrados en forma de microcosmos, quedan contrapuestos al macrocosmos. Y aquí se exalta la dualidad de las direcciones hacia dos seres, el masculino y el femenino, con mayor resolución conforme se adelanta en el transcurso de la historia animal.

Lo femenino está más próximo al elemento cósmico, más hondamente adherido a la tierra, más inmediatamente incorporado a los grandes ciclos de la naturaleza. Lo masculino es más libre, más animal, más movedizo, y en el percibir y comprender, más despierto, más tenso.

El hombre vive el sino y concibe la causalidad, la lógica de lo producido según causa y efecto. Pero la mujer es sino, es tiempo, es la lógica orgánica del devenir mismo. Por eso eternamente le permanece ajeno el principio causal. Siempre que el hombre ha intentado hacer palpable el sino, siempre ha recibido la impresión de algo femenino: moiré, las parcas, las nornas. El Dios máximo no es el sino mismo, sino un dios que representa o domina el sino —como el hombre a la mujer—. La mujer en las épocas primitivas es también la vidente, no porque conozca el futuro, sino porque es futuro. El sacerdote interpreta tan sólo. La mujer es el oráculo. El tiempo mismo habla en ella.

El hombre hace la historia; la mujer es la historia. De manera misteriosa descúbrese aquí un doble sentido del acontecer viviente: es una corriente cósmica y es también la sucesión de los microcosmos mismos que aquella corriente acoge en si, protege y conserva. Esta «segunda» historia es la propiamente masculina, la historia política y social, historia más consciente, más libre, más movida. Arraiga profundamente en los comienzos del mundo animal y recibe su máxima forma, simbólica y universal-histórica, en los ciclos vitales de las culturas superiores. Femenina es aquella «primera» historia, la historia eterna, materna, vegetal —la planta misma tiene siempre algo de femenino—, la historia sin cultura de las generaciones sucesivas, que no cambia, que fluye uniforme y suavemente por la existencia de todas las especies animales y humanas, por todas las culturas particulares, de breve vida. Si miramos hacia atrás, nos aparece idéntica con la vida misma. También esa historia tiene sus luchas y sus tragedias. La mujer gana su victoria en el lecho de la parturienta. Entre los aztecas, los romanos de la cultura mejicana, la parturienta era saludada como valiente guerrero, y la que moría dando a luz era sepultada con las mismas fórmulas que el héroe caído en la batalla. La eterna política de la, mujer es la conquista del hombre, mediante la cual puede ser madre de hijos, puede ser historia, puede ser sino y futuro.



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