La casa al final de la calle by Karen McQuestion

La casa al final de la calle by Karen McQuestion

autor:Karen McQuestion [McQuestion, Karen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-10T00:00:00+00:00


Capítulo 24

Al acabar la jornada escolar, Jacob salió del instituto y se subió al autobús, pero, en lugar de bajarse en la parada de su casa, lo hizo en la anterior y se encaminó hacia Village Mart. Su madre había hecho un buen trabajo aterrorizando a la pobre Mia la noche anterior, pero lo que no sabía cuando los envió a sus habitaciones sin cenar es que ya habían cenado. Para entonces, la pequeña Mia había dado cuenta ya de un perrito caliente y medio y Jacob de dos, además del medio que Mia se había dejado. A eso había que añadir las patatas fritas y el refresco que habían tomado antes. Ambos estaban llenos a reventar. A ninguno de los dos les importó irse a su cuarto hasta el día siguiente. Jacob se habría encerrado en su habitación de todos modos, y para Mia sería un descanso, porque podría tumbarse y mirar la tele sin que la molestaran.

Su madre se vanagloriaba de ser muy lista y, en realidad, era una completa idiota.

Después de que su madre les ordenara que se fueran a sus habitaciones, Jacob había acompañado a Mia a la planta de abajo y, cuando quedaron fuera del radar de su madre, habían intercambiado una sonrisa, sabiendo que la habían engañado. Al acabar de cenar, antes de que su madre llegara a casa, Mia había despejado la mesa y le había pasado una bayeta, y Jacob había fregado los platos a mano y los había guardado en el armario. Las salchichas y los panecillos que habían sobrado estaban de nuevo en el congelador, enterrados bajo las verduras congeladas y los nuggets de pollo. Habían tenido la precaución de recogerlo todo y, en el proceso, no habían dejado rastro de que ya habían cenado.

El humor de Mia se vio afectado solo por su preocupación por estar encerrada.

—He bebido mucha Coca-Cola —dijo, aunque en realidad no lo había hecho—. ¿Qué hago si me entran ganas de ir al lavabo? Jacob sabía lo que era estar tumbado despierto en la cama y nervioso.

—Haremos una cosa —le dijo—. Cerraré la puerta, pero no echaré el pestillo. Si tienes que ir al lavabo, sal sin hacer ruido y asegúrate de dejar bien cerrada la puerta cuando vuelvas a tu habitación. Y no abras el grifo ni tires de la cadena.

(En ocasiones, su madre parecía tener un oído sobrehumano).

—Pero por la mañana… —dijo Mia, con el rostro velado por la preocupación, y Jacob supo que se estaba imaginando a su madre encontrándose el cerrojo sin echar al día siguiente.

Ambos estarían metidos en un buen lío.

—Me aseguraré de ser yo quien baje mañana por la mañana —le prometió.

—¿De verdad? —Su mirada atemorizada se disipó.

—Sí. Así mi madre no se enterará.

—Gracias, Jacob.

—De nada.

—¿Jacob? —lo llamó Mia mientras se incorporaba en su cama—. ¿Tú eres como mi hermano?

¿Qué podía decirle a eso? Mia era lo más parecido a una hermana que había tenido nunca y, cuando otros chavales hablaban de sus hermanos, expresaban la misma mezcla de sentimientos que él sentía por ella.



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