La asistenta by Freida McFadden

La asistenta by Freida McFadden

autor:Freida McFadden [McFadden, Freida]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-04-22T00:00:00+00:00


32

No puedo dormir.

Hace tres días que estuve a punto de ser detenida en el supermercado. No sé qué hacer. Nina ha estado bastante agradable, así que a lo mejor considera que he aprendido la lección sobre quién manda en esta casa. Tal vez no pretende enviarme a la cárcel.

Pero esa no es la razón por la que estoy dando vueltas y vueltas en la cama.

La verdad es que no dejo de pensar en Andrew. En aquella noche que pasamos juntos. En las sensaciones que me invaden cuando estoy con él. Nunca antes me había sentido así. Y, hasta que Nina soltó la bomba acerca de mi pasado, él sentía lo mismo. Yo lo notaba.

Pero ya no. Ahora cree que no soy más que una delincuente común.

Me quito las mantas de encima de las piernas a patadas. Hace un calor sofocante en mi habitación, incluso por la noche. Ojalá pudiera abrir esa estúpida ventana. Pero dudo que Nina esté dispuesta a mover un dedo por contribuir a mi comodidad.

Al final, me doy por vencida y bajo a la cocina. Aunque tengo aquella mininevera en el cuarto, no guardo mucha comida dentro. Es tan pequeña que le caben muy pocas cosas.

Al entrar en la cocina, advierto que la luz del porche trasero está encendida. Con el ceño fruncido, me acerco a la puerta de atrás. Es entonces cuando descubro por qué está iluminado el porche. Hay alguien ahí fuera.

Es Andrew.

Sentado a solas en una de las sillas exteriores, bebe a morro de una botella de cerveza.

Deslizo la puerta trasera para abrirla, con cuidado de no hacer ruido. Andrew alza la vista hacia mí, parpadeando sorprendido, pero, en vez de hablar, le pega otro lingotazo a la botella.

—Hola —digo.

—Hola —responde.

Me retuerzo las manos.

—¿Puedo sentarme aquí?

—Claro. Tú misma.

Salgo a las frías tablas de madera del porche y tomo asiento a su lado, deseando tener también una cerveza. Ni siquiera me mira. Simplemente sigue bebiendo, contemplando el enorme jardín trasero.

—Me gustaría explicarte. —Me aclaro la garganta—. Me refiero a por qué no te conté lo de…

—No tienes por qué explicarme nada. —Vuelve la vista hacia mí antes de bajarla de nuevo hacia su bebida—. La razón por la que no me hablaste de ello es bastante obvia.

—Quería contártelo. —No es cierto. No quería. Esperaba que no se enterara jamás, aunque era un deseo poco realista—. En cualquier caso, lo siento.

Hace girar el líquido en el interior de la botella con suavidad.

—Bueno, ¿y por qué estuviste presa? —Qué bien me vendría esa cerveza ahora mismo. Abro la boca para responder, pero, cuando aún estoy buscando las palabras adecuadas, él añade—: Olvídalo. No quiero saberlo. No es asunto mío.

Me mordisqueo el labio.

—Oye, siento no habértelo dicho. Estaba intentando dejar atrás mi pasado. No pretendía perjudicar a nadie.

—Ya…

—Además… —Bajo la mirada hacia mis manos, que tengo apoyadas sobre el regazo—. Me daba vergüenza. No quería que pensaras mal de mí. Tu opinión es muy importante para mí.

Vuelve la cabeza para mirarme con ojos tiernos bajo la tenue luz del porche.



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