Inevitable by José de la Rosa

Inevitable by José de la Rosa

autor:José de la Rosa [Rosa, José de la]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-05-28T00:00:00+00:00


Capítulo 20

Tras la marcha de lord Pennington, Gabrielle permaneció pensativa, sin apartar los ojos de la puerta por la que acababa de salir el caballero.

Al señor Blossom no le pasó desapercibido, pero prefirió no intervenir. Desde que la muchacha había regresado de su corta estancia como institutriz, algo había cambiado en ella. No estaba muy seguro de qué era, pero la había visto en más de una ocasión con la mirada perdida y la mente puesta en oscuros pensamientos que le arrancaban suspiros involuntarios.

Su escasísima experiencia en asuntos del corazón no le permitían vaticinar un diagnóstico, pero por todo lo que había leído a lo largo de su vida, podría asegurar que la joven Langley estaba aquejada del mal de amores.

—Por cierto —dijo el señor Blossom, buscando entre los cajones del mostrador⁠—. Esta mañana han llegado cartas para usted, querida. Se me ha olvidado por completo dárselas hasta ahora.

Aquello la sacó de sus ensoñaciones. Por algún motivo, volvía a pensar en Timothy Clifford, lord Pengwern, y en la manera tan extraña en como la había mirado las últimas veces que habían coincidido.

Parpadeó para volver a la realidad de la pequeña librería y se encontró al señor Blossom que no solo le tendía su taza de té, si no un ato de cartas agrupadas con una cinta perfumada.

—Son de Harewood Abbey —dijo el librero de buen humor⁠—. Al parecer, ha dejado allí buenos amigos.

Gabrielle dejó el té a un lado y tomó las cartas, entusiasmada. Había cumplido su palabra con los niños y les había escrito cada semana, pero hasta ese instante no había recibido respuesta. Su mente había elucubrado la teoría de qué lord Pengwern había prohibido a sus hijos que se cartearan con ella y sus hermanos, y quizá el alivio y la alegría que sentía en ese momento tenía más que ver con la losa que acababa de desaparecer sobre el mezquino carácter de milord que la ya de por sí buena noticia de recibir carta de los pequeños.

Desató la cinta a toda prisa, y ante ella se expusieron cartas del señor Middelford, de cada uno de los niños y… de lord Pengwern.

Una exclamación se le escapó sin darse cuenta.

—¿Todo bien, querida? —Se preocupó el viejo librero.

Ella no supo qué contestar. Rasgó la carta a toda prisa y se encontró con la suelta y elegante caligrafía de milord, con grandes volutas que subían y bajaban, y un trazo firme y bien definido. Se enfrascó en su lectura sin contestar al señor Blossom.



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