El vuelo del Halcón by Daphne Du Maurier

El vuelo del Halcón by Daphne Du Maurier

autor:Daphne Du Maurier [Du Maurier, Daphne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1965-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XIII

Las puertas del teatro iban a abrirse a las nueve de la noche. Primero cenamos en la pensión y salimos de la casa cuando faltaba un cuarto de hora para aquello. La Piazza della Vita estaba completamente abarrotada de estudiantes que convergían en ella desde sus múltiples alojamientos de distintos puntos de la ciudad, y ahora tomaban, en sólida falange, la angosta Via del Teatro, rumbo al mismo. No tardé en perder de vista a Gino y sus acompañantes, pero los hermanos Pasquale no se separaron de mí, uno a cada lado, y experimenté la sensación de ser un títere que se movía casi sin tocar el suelo.

El teatro, cuando mi padre era superintendente del palacio ducal, nunca había tenido una vida muy activa. Tal cual vez se celebraban en su sala conciertos o conferencias, y de uvas a peras pisaba su escenario alguna celebridad literaria del país para hablar de literatura. Aparte esas bastante escasas ocasiones, el coliseo permanecía cerrado y su único atractivo era el de su esplendor arquitectónico, muy poco conocido por los turistas de paso por la ciudad e incluso por los mismos habitantes permanentes de Ruffano.

Hoy, según me informaron Paolo y Caterina Pasquale, todo había cambiado. Gracias al rector de la Universidad y al director del «Consejo de Arte» el teatro tenía vida activa durante todo el año. Conferencias, temporadas teatrales, conciertos, exhibiciones cinematográficas y hasta bailes se realizaban dentro de sus augustos muros.

Llegamos y encontramos, ante la puerta principal, un sólido muro humano que pugnaba por entrar. Paolo, decidido, empezó a empujar, codear y revolverse, abriéndose paso entre aquella multitud, mientras Caterina y yo le seguíamos sin separarnos ni un centímetro de él. El estado de ánimo de aquella gente era de alegría. No se oían más que risas y bromas, y no tuve más remedio que preguntarme a qué obedecería aquel cambio de actitud, que pasaba tan diametralmente de la ira a la risa. Pero enseguida recordé que allí no había rivales, puesto que los estudiantes que integraban aquella marea humana pertenecían todos a la Facultad de Economía y Comercio.

De pronto, un inmenso clamoreo saludó la apertura de la ancha puerta doble, y Paolo, apretándome un brazo, arrastró consigo a la pequeña Caterina a través del umbral, llevados los tres casi en volandas por la masa apretada y ondulante.

—Los primeros que lleguen serán los primeros en ser servidos —dijo alguien en la puerta—. Los que consigan entrar primero podrán tomar asiento y tener mucho cuidado de no abandonarlo en ningún momento.

El auditórium se estaba llenando rapidísimamente. Por todas partes se oía el incesante ruido de los asientos de las butacas al caer, pero aquellos ruidos no tardaron en ser ahogados por un grupo de estudiantes que se hallaba en el escenario. Equipados con guitarras, bombos y todas las formas concebibles de producir ruido, entonaban las canciones de moda entonces, aclamados delirantemente por el sorprendido y deleitado auditorio.

—¿Qué pasa? —preguntó Paolo a un estudiante que iba a nuestro lado por el pasillo de platea—.



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