El patriota by Pearl S. Buck

El patriota by Pearl S. Buck

autor:Pearl S. Buck
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama
publicado: 1939-01-01T00:00:00+00:00


A mi padre y a mis hermanos: He pensado mucho el paso que doy. Sé que me llaman para inscribirme como soldado. Nos enviarán a China a hacer la guerra. No hay nada, en el mundo que me mueva a pelear. Sobre todo, no quiero intervenir en la matanza de gente inocente de cualquier raza que sea. Pero no es posible negarse a cumplir las órdenes de nuestro Emperador más que de un modo. Cuando ésta llegue a vuestro poder, habré entregado mi cuerpo al Fujiyama. Y conmigo, ahora como siempre, está Sumie.

—Cuándo… cuándo… —balbuceó I-wan.

—Cuando he llegado a la estación para sacar el billete, al decir mi nombre me han entregado esta carta. La leí y comencé a llorar y a sollozar. Entonces un oficial la leyó también, se enfureció mucho y dijo… dijo que Akio era un traidor… que no tenía derecho a matarse… en un momento en que el Emperador necesita hombres…

Bunji lloraba a lágrima viva.

—¿Lo sabe Shio? —preguntó I-wan a media voz.

Bunji movió negativamente la cabeza.

—Ven —dijo I-wan dándole la mano y sintiendo que la mano fuerte de Bunji estrechaba la suya, fina y delgada. Sin hablar palabra se dirigieron al despacho de Shio. Estaba éste sentado tras su mesa. Antes de que pudiera hacer otra cosa que levantar la cabeza, I-wan le puso delante la carta de Akio. Leyola, pestañeando; en su rostro fue pintándose la sorpresa primero, luego la consternación. Diose cuenta de todo y dejó caer el papel:

—Ya sabía yo que Akio acabaría así. Siempre ha estado suspenso entre la vida y la muerte… La muerte le parecía tan dulce como la vida… Cuando éramos pequeños… si algo le salía mal… mostraba deseos de morirse… —Todos estaban en silencio. Por fin Shio dijo:

—Bunji debes marcharte a casa en seguida. Yo veré si… se pueden encontrar sus restos. A veces… no se cae directamente al cráter…

—No puedo —repuso Bunji—. Tengo que presentarme esta tarde. Sólo me han dado estas pocas horas…

I-wan y Shio le miraron inquietos.

—Dentro de tres días embarco para Manchuria…

Quedáronse los tres sin saber qué decir.

—Y como buen japonés —añadio Bunji—, no tengo más remedio que ir.

—Lo comprendo perfectamente —repuso I-wan sereno. Y volviéndose a Shio, añadió—: Si tiene confianza: en mí iré a ver a su padre en el puesto de Bunji. —En aquel crítico momento pensó que tal vez el destino no le fuera adverso. ¿Existiría un destino en efecto?…

—Bueno, vaya, y le dirá a mi padre que no se muestre muy irritado con Akio.

La muerte le abría la puerta para llegar hasta Tama.

Estaba Tama de rodillas, un poco apartada de sus padres, cuando I-wan les comunicó lo que había ocurrido. El señor Muraki le había recibido primero solo. Cuando le oyó. Cuando leyó la carta, quedó callado un rato. Dobló el papel en muchas dobleces y lo guardó en el bolsillo de la manga. Después dijo:

—Que llamen a mi hija y a su madre.

I-wan le dio el encargo a una criada y volvió a la habitación donde estaba el señor Muraki.



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