El Minotauro global by Yanis Varoufakis

El Minotauro global by Yanis Varoufakis

autor:Yanis Varoufakis [Varoufakis, Yanis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


Teoría tóxica, Parte A:

política del goteo, economía

de la oferta

Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca en 1981, el bisoño Minotauro global ya residía en ella, si no la controlaba totalmente. Dentro de los Estados Unidos, sus doncellas[47] lo arrullaban, preparándolo para el prometedor porvenir. Con los dos déficits estadounidenses expandiéndose gradualmente, la impronta de la bestia en la sociedad americana y su influencia en la economía mundial crecían día a día. Lo que la presidencia de Reagan sin duda añadió a la situación fue un ecosistema político y económico que le vino de perlas al Minotauro.

La retórica de Reagan encontró eco a finales de una década confusa, durante la cual el orgullo de la nación americana había recibido la peor sucesión de golpes de su historia: ostensiblemente chantajeada por un atajo de productores petroleros de Oriente Medio,[48] derrotada en el campo de batalla por el Viet Cong, arrancada de Irán por la revolución de Jomeini, contemplando pasivamente la entrada del Ejército Rojo en Afganistán… La sociedad americana también sentía en los huesos los efectos adversos de nuevas tensiones sociales provocadas por la interrupción de la subida real de los salarios. La opinión pública estadounidense ansiaba una vehemente llamada a las armas, un nuevo «paradigma» que restaurase su autoestima. El presidente Reagan complació a sus «conciudadanos americanos», como le gustaba llamarlos: impuestos más bajos, armamento y vuelta a los valores puritanos de toda la vida fueron sus ofrendas.

La idea básica no era novedosa ni complicada: eliminar las interferencias del gobierno, que los americanos se queden con sus ganancias y hagan su vida. En realidad, constituyó un total abandono de la idea inspirada por la crisis de 1929 de que el mercado era demasiado caprichoso como para dejarlo en manos de las empresas y los consumidores; que el gobierno de EE. UU. tenía que disciplinar, controlar y guiar el progreso del sector privado para evitar otra Crisis, no solo a nivel local, sino también global. En cierto sentido, el mensaje de Reagan era coherente con la idea anterior de Volcker de que los intereses estadounidenses requerían una «desintegración de la economía mundial».

La única diferencia era que el ex actor de películas de serie B lo explicaba de manera más sencilla: nada triunfa colectivamente como el triunfo individual sin trabas, era su mensaje. Si América parecía estancada a ojos de muchos, era porque el «Gran Gobierno» le impedía avanzar. Con un sector privado potencialmente productivo ahogado por la correa de un egoísta Leviatán, lo único que hacía falta era cortar la correa y poner al Leviatán en su lugar. ¿Y cuál era su lugar, su única función legítima? Defender a la nación. Y eso solo podía lograrse si se permitía al ejército americano proyectar su poder hacia las cuatro esquinas del planeta.

Obtenida la aprobación del electorado americano, Washington se embarcó en políticas de economía de la oferta y en incrementos masivos de los presupuestos militares. Favorecer el «lado de la oferta» de la economía era un eufemismo para la reducción de cualquier impedimento a la acumulación de capitales.



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