El Mar De Los Monstruos by Rick Riordan

El Mar De Los Monstruos by Rick Riordan

autor:Rick Riordan
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Infantil
ISBN: 9788498381627
editor: Salamandra
publicado: 2008-04-14T16:00:00+00:00


Capítulo 11

Clarisse lo hace saltar todo por los aires

—Estáis metidos en un lío tremendo —nos dijo Clarisse.

Acabábamos de terminar un pequeño tour por el barco, que habíamos hecho sin ningunas ganas a través de una serie de camarotes sombríos, atestados de marineros muertos. Habíamos visto el depósito de carbón, las calderas y máquinas, que resoplaban y crujían como si estuvieran a punto de explotar. Habíamos visto la cabina del piloto, la santabárbara y las torretas de artillería (los sitios preferidos de Clarisse): dos cañones Dahlgren a babor y estribor, y dos cañones Brooke a proa y popa, todos preparados para disparar bolas de bronce celestial.

Allá donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, con aquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos. Annabeth les cayó bien en cuanto les dijo que era de Virginia. Al principio también se interesaron por mí, por el hecho de llamarme Jackson, como el famoso general sudista, pero lo estropeé al decirles que era de Nueva York. Todos se pusieron a silbar y maldecir a los yanquis.

Tyson les tenía verdadero pánico. Durante todo el paseo insistió a Annabeth para que le diese la mano, cosa que a ella no le entusiasmaba demasiado.

Por fin, nos llevaron a cenar. El camarote del capitán del CSS Birmingham venía a tener el tamaño de una despensa, pero aun así era mucho mayor que los demás camarotes del barco. La mesa estaba preparada con manteles de lino y vajilla de porcelana; había mantequilla de cacahuete, sandwiches de gelatina, patatas fritas y SevenUp, todo ello servido por esqueléticos miembros de la tripulación. A mí no me apetecía nada ponerme a comer rodeado de fantasmas, pero el hambre acabó venciendo mis escrúpulos.

—Tántalo os ha expulsado para toda la eternidad —nos dijo Clarisse con un tonillo presuntuoso—. El señor D añadió que si se os ocurre asomaros otra vez por el campamento, os convertirá en ardillas y luego os atropellará con su deportivo.

—¿Han sido ellos los que te han dado este barco? —pregunté.

—Por supuesto que no. Me lo dio mi padre.

—¿Ares?

Clarisse me miró con desdén.

—¿O es que te crees que tu papi es el único con potencia naval? Los espíritus del bando derrotado en cada guerra le deben tributo a Ares. Es la maldición por haber sido vencidos. Le pedí a mi padre un transporte naval… y aquí está. Estos tipos harán cualquier cosa que yo les diga. ¿No es así, capitán?

El capitán permanecía detrás, tieso y airado. Sus ardientes ojos verdes se clavaron en mí con expresión ávida.

—Si eso significa poner fin a esta guerra infernal, señora, y lograr la paz por fin, haremos lo que sea. Destruiremos a quien sea.

Clarisse sonrió.

—Destruir a quien sea. Eso me gusta.

Tyson tragó saliva.

—Clarisse —dijo Annabeth—. Luke quizá vaya también tras el vellocino. Lo hemos visto; conoce las coordenadas y se dirige al sur. Tiene un crucero lleno de monstruos…

—¡Perfecto! Lo volaré por los aires, lo sacaré del mar a cañonazos.

—No lo entiendes —dijo Annabeth—. Tenemos que unir nuestras fuerzas. Deja que te ayudemos…

—¡No! —Clarisse dio un puñetazo en la mesa—.



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