El libro rojo de Raquel by Mónica Martín

El libro rojo de Raquel by Mónica Martín

autor:Mónica Martín
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Variada
publicado: 2014-08-09T22:00:00+00:00


Lo hubiera conseguido. Estaba segura de que con el empeño suficiente lo hubiera conseguido y habría hecho feliz a mi madre y a mi padre, porque solo tenía que hacer eso. Buscar un tiempo para mí, para estar sola, para aprender a conocerme, para aprender a aguantarme. Sin embargo, ahora estaba sentada en mi cama de ochenta, tocándome la rodilla, que todavía sentía dolida, pensando en cuál sería el momento en el que podría volver a bailar e intentando adivinar qué movimiento haría ella ahora. Porque había ciertas cosas en las personas con las que solía relacionarme que me daban miedo, una de ellas es la manera en la que podían llegar a quererme. Casi nunca espero demasiado de la gente que me rodea, pero, en el caso de ella, estoy aterrada. Me esperó por un beso unos años. Qué no tendrá en su mente en este momento después de lo de ayer.

Y si le digo que para mí ni siquiera fue sexo.

Y si le digo que tan solo quería que llegase al orgasmo.

Que fue un gesto de gratitud por estar a mi lado y querer cuidar de mí y lamerme las heridas.

Y si le digo que a lo mejor yo no llegué al mismo tiempo que ella. Que era todo una enorme mentira, aunque la esté engañando. ¿Conseguiré que se enfade conmigo y me deje o conseguiré que quiera volver a intentarlo hasta que ponga los ojos en blanco y grite su nombre?

Sé que tengo que hacerlo, pero no puedo, me falta el valor. Me siento muy cobarde. Una rata, una asesina de esperanzas, una inconsecuente, una mentirosa y, sobre todo, una villana.

Somos frágiles, a cada minuto que pasa estamos más expuestos ante la gente que nos rodea. Nos negamos rotundamente a darnos ante las personas que nos convierten en vulnerables, pero llega el día en el que nuestro cuerpo habla por nosotros. Ahora ya sabía lo que me tocaba. No había otra opción. Tenía que dejarla, aunque sí, había sido bonito, sí, había sido placentero, sí, creía que estaba empezando a quererla, y sí, había sido dulce.

Sin pensarlo mucho más, me vestí con ropa cómoda, me puse las zapatillas viejas con las que antes del viaje salía a hacer deporte. Encontré la enorme casa vacía, como de costumbre. Durante un minuto, tuve la intención de desayunar, pero después una arcada me subió desde el estómago al pensar en la forma en que iba a plantearlo. Sabía que estaría en su casa. Mirándose al espejo, peinándose su pelo castaño y sonriendo. Más que nada en este mundo quisiera estar enamorada de ella y que me subieran fuegos artificiales por el esófago. Más que nada querría desnudarme y darme por entero y permitir que hiciera conmigo lo que le apeteciese. Sin embargo, había una luz en mí, muy al fondo, de color naranja, que me advertía del peligro de estar pasando el tiempo con una persona con la que nunca tendría esos arcoíris de colores que perseguía. Podría quererla, sí,



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