El hombre lobo del pantano by R. L. Stine

El hombre lobo del pantano by R. L. Stine

autor:R. L. Stine [Stine, R. L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil y juvenil, Terror
editor: Ediciones B, S. A.
publicado: 2012-09-04T07:09:44+00:00


¿Un ladrón?

Me levanté de la cama, con el corazón palpitándome a toda velocidad, y me deslicé hacia la puerta. Otro ruido, un golpe seco, el sonido de unas pisadas.

—¿Quién... quién es? —pregunté con voz ahogada.

Me dirigí despacio a la sala de estar, apoyándome en la pared.

—¿Quién está ahí? —grité.

Me encontré con papá, mamá y Emily en el oscuro pasillo. Incluso con esa oscuridad podía ver el temor y la confusión reflejados en las caras.

Fui el primero en llegar a la sala. La pálida luz amarillenta de la luna brillaba en la habitación.

—¡Eh! —chillé.

Lobo saltó contra la gran ventana del salón. Las patas golpearon el cristal con ímpetu.

—¡Lobo, quieto! —le ordené.

En la pálida luz, vi lo que había causado el estrépito. Lobo había tirado la mesa y una lámpara que estaban delante de la ventana.

—Quiere... quiere salir —tartamudeé.

Noté la mano de papá en el hombro.

—Qué estropicio —murmuró.

—¡Lobo, estáte quieto! —volví a gritarle.

El perrazo se giró. Respiraba con dificultad y los ojos le brillaban rojizos a la luz de la luna.

—¿Por qué está tan desesperado por salir? —preguntó Emily.

—No podrá quedarse en casa si cada noche hace lo mismo —dijo mamá con la voz ronca de sueño.

El perro bajó la cabeza y soltó un gruñido nervioso. Tenía el rabo tieso e inmóvil.

—Abre la puerta y déjale salir —dijo mamá—, antes de que destroce toda la casa.

Papá atravesó la habitación a toda prisa y la abrió. Lobo no lo dudó ni un segundo y salió disparado.

Corrí a la ventana para verlo, pero el animal había desaparecido hacia el jardín de atrás por uno de los lados de la casa.

—Se dirige al pantano —supuse.

—Trataba de salir directamente por la ventana —dijo mamá.

Emily encendió una lámpara.

—Es tan fuerte que podría haberla roto —añadió Emily en voz baja.

Papá cerró la puerta y bostezó. Después se me quedó mirando.

—¿Sabes lo que significa eso, verdad Grady?

Yo todavía estaba mirando a la luna llena.

—No, ¿qué?

—Lobo tendrá que quedarse fuera a partir de ahora —dijo papá, y se agachó para recoger los pedazos rotos de la lámpara.

—Pero papá... —empecé a protestar.

—Es demasiado grande e inquieto para estar en la casa —continuó papá. Le pasó los pedazos a Emily y después levantó la mesa y la puso en su sitio.

—Lobo no quería romper la lámpara —añadí sin mucha convicción.

—Lo romperá todo —me dijo mamá con suavidad.

—Es demasiado grande —insistió papá—. Tendrá que quedarse fuera, Grady.

—¿Por qué estaba tan ansioso por salir? —preguntó Emily,

—Seguro que estaba acostumbrado a estar fuera —le contestó papá—. Estará más contento así —dijo, y se giró hacia mí.

—Sí, es posible —contesté con tristeza.

Me gustaba tener a Lobo dormido a mi lado en la habitación pero sabía que no iba a convencer a mis padres para que le dieran una segunda oportunidad. Lo tenían completamente decidido, pero por lo menos me dejaban quedarme con él.

Saqué la aspiradora del armario y la enchufé. Papá cogió la boquilla y empezó a aspirar de la alfombra los trocitos de cristal.

«Perro loco —pensé mientras movía la cabeza preocupado—. ¿Qué le ha debido de ocurrir?»

Cuando papá terminó, volví a poner la aspiradora en el armario.



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