El fin del mundo como obra de arte by Rafael Argullol

El fin del mundo como obra de arte by Rafael Argullol

autor:Rafael Argullol [Argullol, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1990-12-11T00:00:00+00:00


38. Prestidigitación

Wagner es un apellido alemán muy corriente. Sin embargo, en este siglo diecinueve en que llegan a su apoteosis los predicadores de la muerte de Dios hay dos Wagner que tienen una especial relación con nuestro relato. Aunque son muy distintos entre sí ambos tienen en común un particular dominio de la prestidigitación. Todavía hay algo más: estos dos Wagner son, en cierto modo, muy representativos de las dos cabezas aquilinas con que hemos enmascarado a Fausto. Son su exacerbación y, en alguna medida, su trivialización sin escrúpulos. Uno, violentamente brillante, es el gran especialista artístico del ocaso y la redención. El otro, sólo un oscuro nombre en el seno de un luminoso poema, es, no obstante, el portador simbólico de una vasta premonición. Mientras que de aquel Wagner nunca se ha dejado de hablar, de este Wagner nunca se ha hablado. Y a pesar de todo hay un hilo inquietante que los une.

¿Quién es ese Wagner que ha pasado tan desapercibido? Probablemente el espectador, deslumbrado por el espectáculo que el operístico Goethe ha puesto ante sus ojos, no ha reparado en él. Son demasiado fulgurantes los papeles principales como para fijarse, con la atención necesaria, en un personaje secundario que, además, aparece escasas veces. Sin embargo, es indispensable no ignorarlo porque ese personaje esconde un as decisivo bajo su insignificancia. La primera vez que lo vemos en escena nos parece algo servil. Es poco más que un criado de Fausto que da saltitos de admiración alrededor de la augusta figura de su maestro. No disimula una ambición desagradable pero carece de condiciones —⁠de mundo, diríamos⁠— para seguir la peligrosa senda por la que se va a aventurar su amo. Cuando hace mutis por el foro nadie lo encuentra a faltar.

¡Qué distinto cuando reaparece justo antes de la Noche de Walpurgis clásica! También esta vez permanece poco en escena pero su aplomo es, ahora, considerable. Se expresa con toda la desmesura fáustica sin incurrir, no obstante, en las dudas y contradicciones de Fausto. Ninguna nostalgia, ningún prejuicio. Todo está en el futuro, y el futuro puede ser dominado. Incluso se permite eliminar el azar. Nos vamos a reír del azar en el porvenir. Este Wagner, frío y optimista tecnólogo, estiliza despiadadamente el sueño prometeico de la creación absoluta y quiere que su producción, ese homúnculo que surge de la retorta, sea el producto de la más gélida racionalidad. Naturalmente su acto es un truco de prestidigitación. Pero un prestidigitador que cree ciegamente en el progreso, sin vacilar ante sus consecuencias, es también un profeta.

Anticipa un nuevo dios y una nueva idolatría.



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