El bar nudista by Álber_4

El bar nudista by Álber_4

autor:Álber_4
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2020-09-02T07:38:05+00:00


Vas a tener que explorar

Cuando me planté en la calle, se abrieron ante mí dos frentes de opciones diferentes. Los coches pasaban a una velocidad exasperantemente tranquila por esa vía de carácter eminentemente residencial, pero un poco más allá, apenas a cien metros, corría una avenida paralela que funcionaba como variante de la ciudad, aún con carácter interurbano.

Allí los vehículos circulaban a setenta kilómetros por hora en los puntos donde había instalados radares de control de velocidad (aunque en realidad el límite era ochenta) y casi a cien el resto del tiempo.

Eso era exactamente lo que había hecho yo en los últimos tiempos. Romper el código de forma momentánea para acabar aminorando la marcha incluso más allá de lo exigido en cuanto me había topado con uno de esos cinemómetros o cómo coño se llamaran para cuyo diseño habían esculpido la egregia e impasible efigie de mi novio.

Rafa, el escrupuloso cumplidor de las normas, el inflexible brazo ejecutor de la ley, el amante de la imparcialidad, el enemigo de las emociones fuertes. Definitivamente había sido una ingenua pensado que alguna vez mearía fuera del tiesto. Su única misión en la vida era hacerme decelerar y ajustarme a su velocidad, permitir su supervisión basada en la razón y la moralidad.

Que le jodieran. ¿Me daba algo de pena? Posiblemente más de la que estaba dispuesta a admitir. Pero no podía seguir actuando como una incoherente. No había metido la quinta para tener que bajar a cuarta o incluso a tercera, dependiendo de la potencia de mi automóvil, de mi capacidad de contención y de mi nivel de conciencia medioambiental.

No, definitivamente no tenía ningún sentido. No podía pasar de ser Marta la Temeraria a Marta la Pusilánime. No se trataba solo del sexo, aunque desde luego esa era la piedra de toque, la punta del iceberg. Era una cuestión de adaptabilidad a una vida que solo me había convenido porque era exactamente lo que estaba supuestamente predestinada a aceptar.

Pero me había hartado de los corsés que mi familia, mis amigas, el colegio, la universidad, el mundo laboral y la puta sociedad en su conjunto me habían dejado en el armario para que llevara puestos sin ofrecerme otra alternativa.

¿Acaso no tenía derecho a ir al centro comercial o a cualquier galería de barrio para ver qué más se me ofrecía?

«O incluso a no vestir nada en absoluto», y sentí de pronto unos deseos irrefrenables de volver allí, donde me había jurado a mí misma no regresar.

Sin embargo, al mismo tiempo la idea me resultaba aterradora. No acertaba a adivinar de dónde me venía esa sensación de inseguridad, si bien tenía claro que la manera en la que había terminado mi última visita, cuyas imágenes de turbiedad neblinosa mi cerebro iba aclarando poco a poco, tenía bastante que ver.

Pero no solo radicaba en eso. Había una especie de sustancia paralizadora que se había apoderado de mis engranajes, que chirriaban cuando intentaba moverlos e incluso giraban hacia atrás. Ni siquiera mis renovados apetitos sexuales parecían un buen lubricante.



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