El asesinato del fuerte Medbury by George Limnelius

El asesinato del fuerte Medbury by George Limnelius

autor:George Limnelius [Limnelius, George]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, policial
editor: 13insurgentes
publicado: 2018-10-24T00:00:00+00:00


Inspector de policía Paton

Departamento de Investigación Criminal.

New Scotland Yard.

Lady Ronan tomó la tarjeta, con evidente fastidio, entre el pulgar y el índice de su mano elegantemente enguantada. Volvió a dejarla en la bandeja.

—¿Quiere verme a mí?

—Sí, señora.

—Perfectamente. Ahora le recibiré. Pásele a la sala del oeste.

El mayordomo inclinó la cabeza con esa manera inimitablemente mayordomil, que en los Estados Unidos de América, le hubiera valido un salario de príncipe.

—Perdone la señora. El caballero se tomó la libertad de preguntarme si yo conocía a un tal doctor Preece.

Nueva graciosa inclinación de cabeza. Luego atravesó lentamente el hall, hacia la puerta del fumador.

Con un «¡Gracias, Ripley!» acompañó su retirada Lady Ronan. ¿No era emocionante? Sin duda había visto el nombre de Hugh en los periódicos y en el telegrama, desde luego. Sin embargo, ni palabra. Extraño. «Lealtad a la familia», pensó. ¡Se lo figuraba poniendo en su sitio al cotilla de Parker! «Ten calma, querida», dijo a su propia imagen, que se reflejaba en el gran espejo portátil; «calma, y todo saldrá bien». Echó el sombrero a un rincón del sofá, se alisó el espeso y broncíneo cabello y se sentó al otro extremo del sofá, con un gracioso ondular de la falda al anunciar Ripley:

—El señor Paton, señora.

Se tranquilizó al echar la primera mirada a aquel hombre pequeño que, parado en el umbral, se inclinaba amablemente, sosteniendo delante del estómago el tradicional sombrero hongo de detective de Scotland Yard.

—Siéntese, señor Paton —dijo, al tiempo que le indicaba con la mano una butaca y empujaba hacia él una caja de cigarrillos—. Usted me dirá en qué puedo servirle.

Paton adoptó su expresión candorosa más digna de confianza.

—Es posible, Lady Ronan, que haya usted leído el asesinato del teniente Lepean en el fuerte Medbury.

—En efecto.

—Esta carta —dijo el detective, sacando un pliego del bolsillo y dándoselo— llegó por correo la misma mañana en que se cometió el asesinato. Nos vemos obligados a seguir todas las pistas, por insignificantes que parezcan, que ofrezcan la menor probabilidad de arrojar alguna luz en el asunto, y por ello…

—Comprendo. Yo estaba tratando con el señor Lepean la compra de un sello de mérito que él tenía. Quería yo regalárselo a mi esposo el día de su cumpleaños, que es el mes que viene. Es de la primera emisión de la Martinica. Supongo que lo encontrará usted entre sus cosas, y me gustaría saber si…

—Muy bien —interrumpió el detective, con cierta falta de ceremonia, disgustado por la mentira que la dama estaba urdiendo—. ¿De modo que la entrevista se relacionaba simplemente con esa compra?

—Así es —dijo ella, sonriendo dulcemente—. ¡Mi marido es un hombre tan difícil para los regalos! Colecciona, ya lo sabe usted, de casi todas las cosas: cristales, grabados, muebles, y también es un entendido fil… fil… Vamos, que también colecciona sellos. Por eso tuve una gran alegría cuando me hablaron de ese ejemplar raro que yo sabía que él estaba deseando tener.

—¿Me permite preguntarle cómo sabía usted que el señor Lepean tenía ese sello? ¿—Es que se conocían ustedes? —preguntó el detective con gran dulzura.



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