Desde Londres con amor by Jenna Petersen

Desde Londres con amor by Jenna Petersen

autor:Jenna Petersen
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2006-08-09T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 13

Meredith estaba despierta, pero no tenía energía suficiente para abrir los ojos. Se sentía demasiado lánguida. Con el cuerpo pesado. Su piel desprendía calor por todos los poros y la saciedad la volvía perezosa.

Se sentía… bien. Y se dio cuenta de que hacía mucho que no se sentía así. No podía decirse que hasta entonces no hubiera sido feliz. Había reído y bailado, y su trabajo le encantaba. Creía que todas esas experiencias la tenían satisfecha, pero ahora sabía que no era así. Hasta aquel momento no se había dado cuenta del verdadero significado de la satisfacción o el placer.

Darse cuenta de ello resultaba aterrador, y abrió los ojos profundamente impactada, pero lo que vio no era menos impactante o agradable.

Tristan estaba a su lado. Como ella, tampoco estaba dormido, sino que la miraba. Sin tocarla, sólo la miraba, sus ojos dulcificados por una emoción que Meredith no sabría definir. La sábana blanca le cubría las caderas, haciendo que el tono de su piel resaltara a la mortecina luz de la lumbre, y acentuando cada curva de su espléndido cuerpo.

Sin pensarlo siquiera, levantó una mano y le acarició el hombro. Fue trazando la línea de su brazo, deslizándose a lo largo de la piel, despertando nuevamente el deseo con el roce de las temblorosas yemas de sus dedos.

Tristan sonrió y cuando ella llegó a su mano, él se la cogió y se la llevó a los labios para besarla. Ver cómo su boca acariciaba su piel le provocó un estremecimiento de anticipación, pero se resistió.

Tenía que irse de allí.

Haberse rendido a los sentimientos que había entre ellos era algo que se negaba a lamentar. Pero sólo era una fantasía, nada más. Mantenerse lejos de él era la única forma de alcanzar la cordura y concluir su investigación. Fingir que no había experimentado placer y pasión en los brazos de Tristan era la única forma de obligarse a continuar reuniendo pruebas de su culpabilidad. Cosa que era muy difícil de hacer mientras él frotaba incipiente su barba contra su palma.

- Yo… no puedo quedarme -susurró Meredith, pero lo hizo en un tono demasiado bajo y débil como para sonar convincente.

Los ojos de Tristan se oscurecieron y le sujetó la mano con fuerza.

- No te vayas.

Meredith cerró los ojos. Qué duro era resistirse a él. En especial cuando deslizó el brazo alrededor de su cintura y la apretó contra su pecho. La piel de sus cuerpos desnudos entró en contacto y el de ella reaccionó como si tuviera vida propia, de la misma manera que notó que reaccionaba el de él.

- Tristan -dijo, luchando por recordar lo que había ido a hacer a Carmichael, sus obligaciones. -Esto ha sido… un momento irrepetible. Algo que no olvidaré nunca, pero no podemos ir más allá… ¿verdad?

El la miró, los ojos parecían casi negros en la penumbra. Apretó los labios convirtiéndolos en una línea y frunció el cejo, como si hubiera pensado sobre la verdad que encerraban sus palabras. Pero ¿qué significaba aquello? ¿Su



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