Cuentos completos by Ricardo Piglia

Cuentos completos by Ricardo Piglia

autor:Ricardo Piglia [Piglia, Ricardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-14T16:00:00+00:00


EN EL BAR EL RAYO

Había pasado todo el sábado leyendo El idiota porque estaba escribiendo un relato sobre un joyero al que me gustaba imaginar como una suerte de príncipe Mishkin, pero al rato ya me había olvidado de todo y estaba hundido en la novela de Dostoievski. El carácter destructivo de la bondad era lo que hacía marchar la historia con la violencia metálica de un tren que se ha salido de las vías y arrasa todo lo que encuentra en el camino. La compasión anula al Príncipe y a Natasha Filippovna, que se enfrentan en escenas de increíble intensidad. Quedé atrapado por la intriga, y cuando me quise acordar era más de medianoche y me había olvidado de mis amigos y en especial de Vicky, una bella pelirroja con la que yo salía en aquel tiempo.

Era sábado, estaba solo y demasiado cansado para llamar a nadie. Salí a la calle y fui al bar El Rayo frente a la estación de ferrocarril y me dediqué a mirar el mundo. La ciudad parecía otra, más oscura y procaz, con desesperados que salían del hipódromo y rondaban como gatos por la zona. En un reservado del bar estaban las alternadoras, a las que se les pagaba un trago —⁠o dos tragos⁠— por conversar hasta que al fin se podía ir con ellas a los hoteles que abundaban cerca de la terminal. A cualquier hora hay hombres buscando una mujer, cruzan furtivamente hacia los dancings que en la noche dejan caer sobre la ciudad una música dulce. En la entrada un joven, alto, demacrado, vestido con un largo sobretodo negro, se había detenido con aire espectral y le hacía señas a una de las chicas que en un costado escuchaba en la vitrola un bolero de Agustín Lara. Parecía un estudiante crónico que había salido como yo de su covacha y rondaba con el aire de un lobo solitario.

Pedí una ginebra y después otra; sentía una rara euforia, como si por fin sintiera el sabor áspero de la vida. Tenía dieciocho años, vivía solo y, como siempre que llevaba dinero encima, me sentía sosegado y seguro al tocar los billetes en el bolsillo, podía entrar en la estación y sacar un boleto a cualquier lado y viajar durante días hacia el norte en un tren de larga distancia; podía buscar una mujer y pagarle para que estuviera conmigo esa noche. Encontrar a una altiva Natasha Filippovna que vendiera su cuerpo como hacía ella en la novela. Mishkin había participado en la puja porque quería salvarla, pero al fin, cuando el villano Rogozin sube la oferta hasta una suma inconcebible, Natasha accede a quedarse con él. El tiempo pareció detenerse en esa escena magistral: todos la miran, ella toma el grueso fajo de billetes, da unos pasos y, con una dulce sonrisa malvada, arroja el dinero al fuego de la chimenea. Hubo gritos, voces y luego un silencio que parecía tan hundido en la trama que me dejé una vez más arrastrar por la locura de la historia.



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