Checas de Madrid by César Vidal

Checas de Madrid by César Vidal

autor:César Vidal [Vidal, César]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


Conclusión

La proclamación de la Segunda República fue la culminación de un proceso revolucionario que se había extendido a lo largo de décadas. Propugnado por grupos tan dispares como los republicanos, el PSOE, el PCE, los anarquistas o los nacionalistas catalanes, se fue forjando sobre la base común de aniquilar la monarquía parlamentaria existente en España y, en realidad, carecía de otro punto de unión entre las diferentes fuerzas. Si para los socialistas y comunistas el paso siguiente indispensable era la dictadura del proletariado, para los nacionalistas catalanes podía ir desde una España sometida a Cataluña a la independencia catalana, mientras que para los anarquistas no podía ser sino el comunismo libertario y para los republicanos, un régimen marcadamente laico y anticlerical que, a pesar de sus pujos modernizadores, casaba mal con la realidad sociológica del país.

El hecho de que la unión, más o menos continuada, más o menos consistente, de estas fuerzas tuviera como base común un objetivo de aniquilación —que acabó realizándose— fue dotándolas, o acentuando en ellas, unas características que casaban mal con un proyecto democrático. La primera de esas características fue un sentimiento de hiperlegitimación ideológica en virtud del cual el resultado de las urnas quedaba totalmente relativizado si no se correspondía con los deseos de las diferentes fuerzas. El que el PSOE contara durante años con un solo diputado en las Cortes, el que los republicanos fueran una minoría —una circunstancia que se prolongó hasta 1939— o el que los anarquistas se negaran a seguir las reglas del juego parlamentario no significaba nada en la medida en que sus respectivas causas avanzaran. De esa sensación de hiperlegitimidad ideológica se derivaron graves consecuencias. La primera —reverso claro— fue la atribución al centro y a la derecha de una carencia absoluta de legitimidad por más que sus actos tuvieran el respaldo mayoritario de las urnas. La segunda fue la falta real de una base social suficiente para llevar a cabo el proyecto utópico que cada una de las partes de la coalición anticonstitucional deseaba llevar a cabo. La tercera —especialmente grave— fue el desprecio absoluto por el juego parlamentario y la decisión de las urnas en la medida en que no sirviera para respaldar y apoyar sus respectivos sueños políticos.

Esta visión peculiar de la política —profunda y medularmente antidemocrática— explica episodios como la revolución frustrada de 1917 o la conspiración también fallida de 1930 cuya finalidad era acabar con la monarquía parlamentaria no a través del juego democrático sino mediante el recurso a la conjura y al uso de la violencia. Ni siquiera en abril de 1931, lograron las fuerzas antisistema vencer en las urnas a sus adversarios políticos. Sin embargo, a pesar de su clamoroso fracaso electoral, sí supieron aprovechar la consunción de la monarquía y los deseos del rey de evitar una guerra civil para provocar su caída e implantar un nuevo sistema.

La república, a pesar del entusiasmo con que la acogieron ciertos sectores de la sociedad, nació lastrada por una serie de circunstancias que dificultaban enormemente su afianzamiento como sistema democrático.



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