Caricias de arena blanca by Ana Salas

Caricias de arena blanca by Ana Salas

autor:Ana Salas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2017-10-03T22:00:00+00:00


—¿Qué haces a estas horas aquí solita, chiquilla? —preguntó Nacho sentándose junto a ella, quitándose los zapatos para introducir los pies en la fría arena.

—¡Por el amor de Dios, Nacho, qué susto me has dado! —exclamó la estilista sobresaltada.

—¿Estás bien? —preguntó el camarero al ver cierta tristeza y brillo melancólico en los ojos pardos de Isabel.

Habían pasado muchos años desde el instituto, y a pesar del tiempo, todavía seguía conociéndola bien y podía descifrar el lenguaje que trasmitía su expresión.

—Sí, sí, estoy bien, has llegado justo a tiempo. Sabes que he pasado muy buenos momentos en estos parajes, tan solo avivaba recuerdos. —Isabel enterraba su pasado, aunque a veces los malos capítulos asomaran las narices en su presente.

—¡Te ha cambiado el acento! —bromeó Nacho sacando de su bolsillo tabaco para liar.

—Sí, un poco, bueno, cuéntame cosas de ti, por cierto, ¿has terminado tu turno?

—No, todavía me quedan unas horas, el encargado me ha dejado quince minutos pa' poder echar un pitillo. —Nacho sacó el mechero y comenzó a quemar una pequeña piedra de hachís que sostenía en la palma de la mano.

—¡Quillo! ¡No me digas que los porros te tienen enganchado!, así estás de flacucho —soltó Isabel.

—¡Qué exagerá eres!, estoy canijo porque no paro de trabajar, a veces no me da tiempo ni de comer. Fumar me relaja mucho y me olvido de lo injusto que es todo, aunque yo me lo he buscao también, que yo no soy ningún santo. —Nacho terminó de liar el porro y le dio una larga calada—. Tía, estoy flipando, estás guapísima, ¡qué casualidad que nos hayamos reencontrado! ¿Quieres?

—No fumo, gracias, pero no te lo termines rápido por si me pica la curiosidad. —Isabel también estaba desinhibida.

—¿Estás casada?, ¿tienes niños?, ¡quilla, estoy hasta nervioso!

—No tengo niños, y sí, estoy casada. Monté mi negocio en la ciudad donde crecí profesionalmente y, bueno, me va bien. ¿Qué hiciste después del instituto?

—El gilipollas, así de claro. Hice el panoli —aquel comentario hizo reír a Isabel—. Comencé a trabajar en una gasolinera, luego en un chiringuito en la playa cerca del faro, luego en una heladería y después de tantos tumbos y gracias a un amigo pude colar en el parador. Llevo tres años, y aunque se curra mucho, estoy contento.

—Debe de ser agobiante el estar sin nada fijo yendo de aquí para allá.

—Pues sí, porque te hacen contratos de mierda, echas horas que no te pagan y con el rollo de la crisis que ya lo ponen de escusa pa' tó, te dicen que te vas a la calle porque no hay ventas, ¡y una mierda!, todo los restaurantes llenos, la gente se va de vacaciones…, nos tienen engañaos como a chinos y se aprovechan de uno.

—Llevas toda la razón, y después dicen que los españoles no queremos trabajar, lo que no queremos es que nos engañen con contratos basuras, pan para hoy y hambre para mañana. Soy autónoma y no te quiero ni contar la de impuestos que pago, los trimestrales me tienen sangrada, pero sería injusto quejarme.



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