Capricho de amor by Anne Gracie

Capricho de amor by Anne Gracie

autor:Anne Gracie
La lengua: spa
Format: epub
editor: booket
publicado: 2013-03-12T00:00:00+00:00


Luke se quedó tendido en la oscuridad; su cuerpo estaba saciado, pero sus emociones no dejaban de agitarse.

Le importaba un comino que ella fuera virgen o no. Lo que le importaban eran las mentiras. Aborrecía las mentiras, en particular en una mujer. Y en particular en su esposa.

¡Y además, qué diantre, no se había casado con ella por su fortuna!

¿Le había mentido Isabel o no? Era lo único que no perdonaba en una mujer, un engaño de aquella clase. Algunas mujeres lo hacían, se enroscaban y enroscaban sus cuerpos en torno al corazón de un hombre, y cuando él estaba desprotegido, vulnerable y confiado, mentían, atrayéndolo, engañándolo, haciéndolo quedar por imbécil...

Si Isabel había hecho eso...

Empezó a darle vueltas en la cabeza a todo cuanto ella le había dicho.

Supuso que si alguien ignoraba las relaciones entre hombres y mujeres, ésas eran una monja y una niña. ¿Por qué mantenían a las mujeres en aquella ignorancia? No lo entendía. Los chicos hablaban de ello todo el rato, y él había creído que las chicas también. Pero quizá la ignorancia de las muchachas pretendía evitar la preocupación por los peligros del parto. Aunque eso no tenía sentido: todo el mundo sabía que las mujeres podían morir en el alumbramiento. Las mujeres siempre cargaban con todas las consecuencias graves...

Isabel tal vez hubiera concebido el hijo de ambos aquella noche.

Fuera cual fuese la complicada telaraña que conducía hasta su matrimonio, ahora sí que estaba consumado de verdad. Ya no podía desentenderse de él... ni de ella. Y, sorprendido, se dio cuenta de que, aunque pudiese, no lo habría hecho. Con independencia del papel que Isabel hubiera desempeñado en todo aquello, y Luke se inclinaba a creer que era tan inocente como manifestaba, era suya.

Una vez tomada aquella decisión, cerró los ojos y se dispuso a dormir.

Era muy consciente de la presencia de ella en la cama, del sonido de su respiración, de su aroma, que le envolvía los sentidos. De pronto frunció el ceño. ¿Aquello era un sorbetón? Escuchó atentamente.

La respiración de Isabel era entrecortada, irregular, temblorosa.

Estaba llorando; su esposa lloraba en silencio en la oscuridad.

Sintió ganas de darse la vuelta, de alargar la mano para cogerla, de estrecharla entre sus brazos, de murmurar que no pasaba nada, que la perdonaba. Sin embargo, no se movió.

—¿Estás llorando?

—No.

Luke se volvió para mirarla.

—Estás disgustada, lo sé, pero...

—¿Disgustada? —Bela se incorporó en la cama y se enfrentó a él—. La mayoría de los maridos se alegrarían mucho de descubrir que la esposa con quien acaban de casarse es virgen. No sé cómo será en Inglaterra, pero en España una novia aporta su virginidad al matrimonio como una prenda de honor, una muestra de pu... pu... pureza.

A la luz cada vez más débil del fuego Luke vio un par de lágrimas que le caían por la mejilla. Ella se las retiró bruscamente con un gesto de enfado y prosiguió:

—¡En España las esposas no ven cómo sus antipáticos, estúpidos y desconfiados maridos las acusan de ser vír... vírgenes como si eso fuera algo de lo que avergonzarse!

—Yo no te he acusado.



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